Un buen día, el primero de nuestro Encuentro de Parejas, que aquí llaman Convención de Parejas. Somos dos sacerdotes y tres laicos en la predicación.
Me gusta que los cantos del coro son más sencillos y mejor conocidos por la gente que ha venido. De ese modo se da una verdadera participación. La verdad, le he tomado como alergia a eso que a veces se da en encuentros católicos, cuando hay un coro deseoso de mostrar sus últimas producciones musicales y una asamblea que en vano intenta repetir palabras y pedazos de frases de las canciones.
Aquí, en cambio, el estilo ha sido cercano y festivo. No falta el consabido �Alabaré� ni el �No hay Dios tan grande como tú.� Por cierto, eso es una gran enseñanza: la originalidad no es ni mucho menos garantía de eficacia apostólica. Se necesita renovar repertorios, es verdad, pero también hay que recordar siempre dos cosas. Primera, que las personas necesitan pronto sentirse �en casa� y que un número de cantos ya conocidos facilita ese objetivo.
Segundo, hay que admitir que el elemento estético no es ni el único ni el más importante cuando se trata de lograr que un canto �pegue.� Analicemos las letras o las melodías de Alabaré y no encontraremos nada espectacular ni excepcional. A veces parece que se logra más con lo más sencillo, si tiene cierta belleza y sobre todo si empalma con la experiencia real (y emocional) de fe de un grupo suficiente de personas.