Cinco son las principales estrategias del enemigo para empujarnos hacia el pecado: DEFORMAR, o sea, calumniar a Dios, y al Evangelio, y a la Iglesia, para que rechacemos lo bueno; SEDUCIR con bienes parciales para que caigamos en idolatría; DISFRAZAR, de modo que vivamos en medio de las apariencias y las máscaras; HACER HUIR, para convertirnos en fugitivos distraídos y dispersos que ni se conocen ni conocen el plan de Dios en su vida; y SEPARAR de modo que estemos divididos entre nosotros y contra Dios y su creación. Y de todos esos engaños y calamidades nos rescatan el amor y el poder de Jesucristo.