En la liturgia estamos entrando ahora mismo al tiempo llamado “ordinario,” según explicaba el sacerdote en la misa. No entiendo por qué esa denominación que es como una invitación a despreciar una parte del año; de hecho, la mayor parte del año. ¿Me explica? –M.H.
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Sucede a veces que una misma palabra tiene diversos significados. Un ejemplo “de libro” es el ´termino “gato” que en algunos países sirve tanto para nombrar al animal doméstico conocido, y a un aparato que se utiliza para levantar pesos considerables, como por ejemplo, el de un automóvil al que hay que repararle una llanta o goma.
Algo así sucede con la palabra “ordinario,” que puede hacer referencia a distintas cosas: (1) Puede ser algo de baja calidad; (2) Puede ser algo que es muy común; (3) Puede ser lo que sigue un determinado “orden.” He aquí ejemplos de esos tres usos distintos:
(1) Le pedí a mi hija que comprar una tela fina para el mantel y en cambio trajo esta tela ordinaria.
(2) En medio de lo cotidiano y lo ordinario de nuestras vidas, Dios sigue haciendo sus milagros.
(3) De modo ordinario, lo que sigue después de una denuncia es un proceso judicial.
En el caso del tiempo litúrgico llamado “ordinario,” no hay por qué suponer que estamos usando las acepciones (1) ó (2). Este tiempo se llama “ordinario” porque sigue el “orden” (que se dice “ordo,” en latín) de los Evangelios sinópticos para presentarnos todo el ministerio público de Jesucristo. Por eso se le llama también–y es más apropiado, en cierto sentido–tiempo “durante el año.”