Beato Santiago Alberione (1884-1971).-
El Padre Santiago Alberione, Fundador de la Familia Paulina, fue uno de los apóstoles más creativos del siglo XX. Nacido en San Lorenzo di Fossano, Cúneo, Italia, el 4 de abril de 1884, recibió el bautismo al día siguiente.
La familia Alberione, compuesta por Michele y Teresa Allocco más seis hijos, pertenecía a la clase campesina, era profundamente cristiana y trabajadora.
El pequeño Santiago, cuarto de los hijos, experimentó pronto la llamada de Dios. El primer año de la escuela elemental, al preguntarle la maestra qué haría cuando fuera mayor, respondió: “Quiero ser cura”. Los años de la niñez se orientaron en esa dirección.
Trasladada la familia al pueblecito de Cherasco, Parroquia de San Martín, Diócesis de Alba, el Párroco Don Montersino, ayudó al adolescente a tomar conciencia y responder a la llamada.
A los 16 años, Santiago fue admitido en el Seminario de Alba e inmediatamente se encontró con quien sería padre, guía, amigo y consejero durante 46 años, el Canónigo Francisco Chiesa.
Al término del Año Santo 1900, habiéndose sentido interpelado por la Encíclica de León XIII, “Tametsi futura”, Santiago vivió la experiencia determinante de su vida. La noche del 31 de diciembre de 1900, puente entre los dos siglos, el joven seminarista rezó cuatro horas seguidas ante el Santísimo Sacramento y proyectó en la luz de Dios su futuro.
Una “luz especial” le vino de la Hostia, y desde aquel momento se sintió “profundamente obligado a prepararse para hacer algo por el Señor y por los hombres del nuevo siglo, obligado a servir a la Iglesia con los nuevos medios que el ingenio humano presentara”.
El itinerario del joven Alberione prosiguió intensamente durante los años de estudio de filosofía y teología. El 29 de junio de 1907 fue ordenado sacerdote.
Siguió una breve pero decisiva experiencia pastoral en Narzole, Cúneo, como Vicepárroco. Allí encontró al jovencito José Giaccardo, que para él sería lo que fue Timoteo para el Apóstol Pablo. Y también allí, el Padre Alberione maduró la comprensión de lo que podía hacer la mujer implicada en el Apostolado.
En el Seminario de Alba desempeñó el cargo de Padre espiritual de los seminaristas mayores y menores e impartió clases de varias asignaturas. Se prestó para la predicación, catequesis y conferencias en diversas parroquias de la Diócesis.
Dedicó asimismo mucho tiempo al estudio sobre la situación de la sociedad civil y eclesial de su tiempo y sobre las nuevas necesidades que se entreveían.
Comprendía que el Señor le guiaba a una misión nueva: predicar el Evangelio a todos los pueblos en el espíritu del Apóstol Pablo, utilizando los medios modernos de comunicación. Atestiguan tal orientación dos libros suyos: “Apuntes de Teología Pastoral” (1912) y “La mujer asociada al celo sacerdotal” (1911-1915).
Dicha misión, para tener carisma y continuidad, debía ser asumida por personas consagradas, pues “las obras de Dios se hacen con los hombres de Dios”.
Y así, el 20 de agosto de 1914, mientras en Roma moría el Papa Pío X, en Alba, el Padre Alberione daba inicio a la “Familia Paulina”, con la fundación de la Pía Sociedad de San Pablo. El comienzo fue pobrísimo, de acuerdo con la pedagogía divina: “empezar siempre desde un pesebre”.
La familia humana —en la que el Beato Alberione se inspiró— está compuesta de hermanos y hermanas. La primera mujer que siguió al Padre Alberione fue una muchacha veinteañera de Castagnito, Cúneo, Teresa Merlo.
Con su aporte, Alberione dio comienzo a la Congregación de las Hijas de San Pablo en 1915. Lentamente, la “Familia” se desarrolló, las vocaciones masculinas y femeninas aumentaron, el Apostolado se delineó y tomó forma.
En diciembre de 1918 se produjo una primera partida de “Hijas” hacia Susa, Turín. Empezó una intrépida historia de fe e iniciativas, que engendró incluso un estilo característico, denominado, “a la paulina”.
Este camino pareció interrumpirse en 1923, cuando el Beato enfermó gravemente y el diagnóstico de los médicos no dejó esperanzas. Pero, el Fundador reemprendió milagrosamente el camino. “San Pablo me curó”, comentaría después.
Por entonces, apareció en las Capillas Paulinas la frase que en sueño o en revelación, el Divino Maestro dirigió al Fundador: “No temáis. Yo estoy con vosotros. Desde aquí quiero iluminar. Caminad en continua conversión”.
Al año siguiente asomó a la vida la segunda congregación femenina, las Pías Discípulas del Divino Maestro para el Apostolado Eucarístico, Sacerdotal, Litúrgico. Con el fin de guiarlas en la nueva vocación, el Padre Alberione llamó a la joven Hermana María Escolástica Rivata, quien murió a los noventa años en olor de santidad.
En el campo apostólico, el Padre Alberione promovió la impresión de ediciones populares de los Libros Sagrados, y con las publicaciones periódicas se lanzó a las formas más rápidas de hacer llegar el mensaje de Cristo a los lejanos.
En 1912 ya había aparecido la Revista “Vida Pastoral”, destinada a los párrocos. “El Domingo”, hojita semanal para la animación de la Liturgia dominical, salió en 1921. En 1931 nació “Familia Cristiana”, revista semanal cuya finalidad era alimentar la vida de las familias.
Siguieron: “La Madre de Dios” (1933), para desvelar a las almas las bellezas y las grandezas de María; “Pastor bonus” (1937), revista mensual en latín; “Camino, Verdad y Vida” (1952), revista mensual para dar a conocer y enseñar la doctrina cristiana.
Surgieron también: “La Vida en Cristo y en la Iglesia” (1952), con el objetivo de hacer conocer los tesoros de la Liturgia, difundir cuanto sirve a la Liturgia, vivir la Liturgia según la Iglesia. El Padre Alberione pensó además en los muchachos. Para ellos empezó a publicar en 1924, “Il Giornalino 1”.
Se puso mano asimismo a la construcción del gran Templo dedicado a san Pablo en Alba, al que le siguieron los otros dos, a Jesús Maestro en Alba y Roma, y el Santuario a la Reina de los Apóstoles en Roma.
Sobre todo, se propuso salir de los confines locales y nacionales. En 1926 nació la primera Casa Filial en Roma, seguida en los años sucesivos por muchas fundaciones en Italia y en otras naciones.
Entretanto, crecía el edificio espiritual. El Fundador inculcaba el espíritu de entrega mediante devociones de fuerte dinamismo apostólico a Jesús Maestro y Pastor ,“Camino y Verdad y Vida”, a María Madre, Maestra y Reina de los Apóstoles, a san Pablo Apóstol.
Es precisamente la referencia al Apóstol lo que califica en la Iglesia a las nuevas instituciones como “Familia Paulina”. La meta ansiada por el Fundador, el primer empeño, fue la conformación plena con Cristo: acoger todo el Cristo, Camino, Verdad y Vida en toda la persona, mente, voluntad, corazón y fuerzas físicas. Esta orientación quedó codificada en el librito “Donec formetur Christus in vobis” (1932).
En octubre de 1938, el Padre Alberione fundó la tercera congregación femenina, las Hermanas de Jesús Buen Pastor o “Pastorcitas”, destinadas al Apostolado pastoral directo en auxilio de los Pastores.
Durante el obligado paréntesis de la Segunda Guerra Mundial (1940-1945), el Fundador no se detuvo en su itinerario espiritual. Fue acogiendo en medida creciente la luz de Dios en un clima de adoración y contemplación. De ello son testimonio los “Cuadernillos Espirituales”, en los que anotó las inspiraciones y los medios por adoptar para responder al proyecto de Dios.
En esta atmósfera espiritual nacieron las meditaciones que cada día dictó a los hijos e hijas, las directrices para el Apostolado, la predicación de incontables retiros y cursos de ejercicios, recogidos en sendos opúsculos.
El empeño del Fundador fue siempre el mismo: hacer comprender a todos que “la primera preocupación en la Familia Paulina será la santidad de la vida, y la segunda, la santidad de la doctrina”. A la luz de esto hay que entender su proyecto de una enciclopedia sobre Jesús Maestro (1959).
En 1954, recordando el aniversario 40 de fundación, el Beato aceptó por primera vez que se escribiera de él en el volumen “Mi protendo in avanti 2”, y consintió en facilitar algunos apuntes suyos acerca de los orígenes de la Fundación.
Surgió así el librito “Abundantes divitiæ gratiæ suæ”, que se considera como la “historia carismática de la Familia Paulina”, familia que fue completándose entre 1957 y 1960, con la fundación de la cuarta congregación femenina, el Instituto Regina Apostolorum para las Vocaciones, Hermanas “Apostolinas”, y de los Institutos de vida secular consagrada, San Gabriel Arcángel, Virgen de la Anunciación, Jesús Sacerdote y Santa Familia.
Diez instituciones nacieron, incluidos los Cooperadores Paulinos, unidos todos ellos por el mismo ideal de santidad y de apostolado, la reafirmación de Cristo, “Camino, Verdad y Vida” en el mundo, mediante los instrumentos de la comunicación social.
A lo largo de los años 1962-1965, el Padre Alberione fue protagonista silencioso pero atento del Concilio Vaticano II, a cuyas sesiones participó diariamente.
Entre tanto, no faltaron tribulaciones y sufrimientos: la muerte prematura de sus primeros colaboradores, Timoteo Giaccardo y Tecla Merlo, la preocupación por las comunidades en países con dificultades, y personalmente, una martirizadora escoliosis, que le atormentaba noche y día.
Vivió 87 años. Cumplida la obra que Dios le había encargado, el 26 de noviembre de 1971 dejó la tierra para ocupar su sitio en la Casa del Padre. Sus últimas horas se vieron confortadas por la visita y la bendición del Papa Pablo VI, que nunca ocultó su admiración y veneración por el Padre Alberione.
Es conmovedor el testimonio que dio de él en la audiencia concedida a la Familia Paulina el 28 de junio de 1969. El Fundador tenía 85 años:
“Miradlo: humilde, silencioso, incansable, siempre alerta, siempre ensimismado en sus pensamientos que van de la oración a la acción, siempre atento a escrutar los signos de los tiempos, es decir, las formas más geniales de llegar a las almas”.
“Nuestro Padre Alberione ha dado a la Iglesia nuevos instrumentos para expresarse, nuevos medios para vigorizar y ampliar su Apostolado, nueva capacidad, nueva conciencia de la validez y de la posibilidad de su misión en el mundo moderno y con los medios modernos”.
“Deje, querido Padre Alberione, que el Papa goce de esta prolongada, fiel e incansable fatiga, de los frutos por ella producidos para gloria de Dios y bien de la Iglesia”.
El 25 de junio de 1996, el Papa Juan Pablo II firmó el Decreto con el que se reconocen las virtudes heroicas del futuro Beato.
Su beatificación se llevó a cabo por el Papa Juan Pablo II, el domingo 27 de abril de 2003, durante la Misa celebrada en la Plaza San Pedro con ocasión del segundo Domingo de Pascua, solemnidad de la Divina Misericordia.