¿Y cuando no se encuentra ninguna circunstancia anómala familiar o en el entorno que explique la atracción por el mismo sexo? – J.R.
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Durante años he atendido,siempre con respeto y con gusto, a las personas que manifiestan la tendencia de la que aquí se habla. Mi experiencia, en 24 años de atención pastoral SIEMPRE ha conducido a experiencias como las que muestra este testimonio.
Por otro lado, no años sino DÉCADAS de búsqueda frenética del “gen gay” no han arrojado ningún resultado.
Y aunque hubiera una tendencia “de nacimiento” –que, repito, yo nunca he encontrado, y sigo abierto a entrevistar y servir personas homosexuales–aunque hubiera esa tendencia, eso no dice NADA sobre el contenido moral de tal opción.
En efecto, hay muchas cosas que uno puede experimentar como tendencias que lo han acompañado desde la más tierna infancia. ¿Ese hecho legitima automáticamente tales comportamientos, sólo porque siempre me han acompañado?
Creo que hay personas que desean que se otorgue un estatuto único e intocable a los temas sexuales pero desde un ángulo amplio y sereno sobre el comportamiento humano, no hay por qué hacer tales distinciones. El bien y el mal existen en nuestra praxis sexual y por eso la sexualidad no está afuera de las consideraciones propias de la reflexión ética y de la teología moral.
Así pues, si una persona desde su más tierna infancia muestra una personalidad explosiva y agresiva, hasta maltratar y dañar a otros, ¿qué hacemos, qué le decimos? Le decimos que, como nació así puede seguir adelante con sus estallidos de ira? No. Lo que hacemos es ayudar a que esa persona descubra que más allá de su impulso interno y subjetivo hay un bien objetivo que es mayor. Y luego procuramos ayudar a que la persona se eduque para su propio bien y el de la sociedad.
Por ello, aunque se demostrara, que nos e ha demostrado, una tendencia absolutamente innata hacia el homosexualismo, o hacia la promiscuidad, o hacia la infidelidad, eso, por si mismo, no valida ninguno de esos comportamientos. Y por ello lo correcto es iluminar, acompañar y ayudar a superar. Con caridad pero también con gran claridad.