La RECONCILIACIÓN DEL HIJO CON EL PADRE
Partiendo del tema anterior les propongo tratar el tema sobre la reconciliación de los hijos con su padre. La reconciliación entre padre e hijo es un asunto de vital importancia en nuestro tiempo. Hablaremos sobre la necesidad de que padres e hijos compongan su relación y de algunas sugerencias útiles sobre cómo podemos realizar esta sanación intergeneracional.
Cuando imaginamos a nuestros propios hijos e hijas ya crecidos y haciéndose camino en la vida, esperamos que continuarán siendo nuestros amigos, y que seguiremos compartiendo calidez y placer con ellos hasta el final de nuestra vida. Aun que no parece una esperanza exagerada, el pasado nos dice que las cosas no han ido bien, particularmente con los hijos adultos. Algunos terapeutas y escritores sugieren hoy en día que, si queremos tener paz espiritual y buenas relaciones intergeneracionales, tendremos primero que arreglar las cosas con nuestros padres. A muchas personas no les resulta alentador “olvidar el pasado”. La idea de lograr una seria honestidad con nuestro padre parece abrumadora. La próxima vez que estés con un grupo de hombres y quieras explorar la profundidad de las aguas, pregúntales cómo se llevan con su padre. He aquí unos resultados.
Realidad actual
En Australia, alrededor del 30 por ciento de hombres raras veces hablan con su padre. “Está en el pasado”, “No tiene sentido”, “Es una pérdida de tiempo”. Padre e hijo están prácticamente separados. Otro 30 por ciento aún ven a su padre pero ambos mantienen una relación hostil, punzante. Estos hombres podrían decir que están cerca de su padre, pero cada intercambio es negativo, lleno de descalificaciones, como dos osos que se arañan. Las mujeres que los aman observan con desolación y ven los resultados en orgullos heridos y residuos de tensión. Otro 30 por ciento, los “hombres buenos”, tiene una cierta amistad con su padre; se visitan, pero raras veces hablan de algo más profundo que la cortadora del césped; se da una curiosa mezcla de gran aburrimiento y el anhelo de algo que nunca sucede. El 10 por ciento de los hombres tiene una relación verdaderamente significativa con su padre. Para ellos, el padre es un aliado, una fuente de apoyo emocional. Cuando se ven abrumados de problemas, hablan con su padre. Esta clase de relación es rara en las familias modernas, y debería ser la norma. Las mujeres también tienen diferencias con su padre, y a veces con su madre, aunque en menor grado. Ocasionalmente, también los hermanos y las hermanas se han separado. Es posible, cuando hay amor, sanar estas rupturas, y es importante para nuestra felicidad el que lo hagamos.
Recuperando la comunicación
Recuperar la comunicación con el padre, la madre u otro miembro de la familia, y hacerlo en forma segura, requiere verdadero cuidado. Es lo que hemos aprendido de muchas personas que han emprendido ese viaje. Las buenas conversaciones no ocurren como en las películas: vienen poco a poco y necesitan espacio para digerir lo que se está diciendo. El padre, en particular, responde mejor haciendo algo junto con su hijo. La actividad compartida relaja a los hombres y reduce la intensidad de una confrontación directa.
Un hombre recuerda haber escrito una carta en la que le decía a su padre que él había sido crítico y negativo a lo largo de toda su niñez, y que deseaba poder escuchar algún elogio; escribió que lo amaba pero que no se sentía en absoluto cerca de él. El padre respondió diciendo, “Si eso es lo que sientes, obviamente no hay lugar para mí en tu vida. No te molestaré nunca más”. El hijo escribió de nuevo y dijo: encontrémonos y trabajemos en ello. El nacimiento de un varoncito había sido el disparador de todo este episodio, y a ambos les interesaba arreglar las cosas.
La buena comunicación raras veces tiene lugar en grupos, especialmente en grupos familiares. Cuando toda la familia está reunida, los viejos patrones suelen tomar control y abrumar las buenas intenciones individuales. Ocasionalmente, dos hermanos o hermanas pueden confrontar a un padre o una madre si están del mismo lado y la tarea es difícil. Es conveniente que ni la pareja ni los hijos estén presentes en ese momento; de lo contrario, el padre sentirá que debe guardar las apariencias.
Es difícil hacer este trabajo si se es muy joven -digamos, menor de 30 años-. Se debe alcanzar cierto grado de independencia emocional, y también de humildad que no es común entre personas jóvenes. Si dependes material o emocionalmente de tus padres, difícilmente podrás darte el lujo de hurgar en el hormiguero. Si sufriste abuso o descuido en tu niñez, si has intentado suicidarte o estás bajo cuidado psiquiátrico, primero concéntrate en recuperarte y conseguir apoyo, ya que de esta forma el encuentro con tu padre será más beneficioso.
Yo también debo hacerlo
Todas las personas deben hacer este trabajo. Esta tarea con el padre podría ser el ritual más importante de la mitad de tu vida, el paso final hacia una adultez completa. Conforme esta necesidad llega a la mentalidad colectiva, podemos imaginar a millones de padres y madres mayores esperando, con preocupación, por la conversación ?al igual que, como adolescentes, esperamos la plática sobre el sexo- Y talvez esperen con mucha anticipación, ya que, al fin y al cabo, una clase de “libreta de calificaciones” sobre el final de la niñez casi siempre redime a todo el mundo.
Mucho pesar le espera a la persona más joven que piense que podrá juzgar el desempeño de su padre sin un autoanálisis. Seguramente habrá cóleras, dolores y heridas que querrás declarar, pero empieza con el compromiso de comprender la historia de la experiencia de la otra persona. Disponte a escuchar en qué difieren sus recuerdos de los tuyos y por qué actuó como lo hizo.
Podrías temer algún daño físico o emocional, ya sea en ti o en tu padre. Si éste es el caso, podrías empezar sólo con cuestiones pequeñas. Si te percatas de que estás perdiendo el hilo del asunto, sal a caminar un poco o llama a una persona de confianza antes de continuar la conversación. La primera vez que quise hablar con mis padres acerca de algunos aspectos de mi niñez, me sentí profundamente atemorizado. Mi pareja me ayudó con dos cuestiones. La primera fue preguntarme qué sería lo peor que podía ocurrir. Respondí que una separación total, lo cual no era probable. Y dado que mis padres y yo nos habíamos distanciado bastante, yo tenía poco qué perder y mucho por ganar. La segunda cuestión consistía en mantener un ojo puesto en la meta, y recordar que la meta de esto era llegar a un mejor lugar, tener un resultado en que ambas partes ganaran algo.
Las recompensas
Lo que al final se obtiene es perspectiva ? el más glorioso de los dones mentales. Una vez que los resentimientos han sido eliminados, lo que a menudo queda es una profunda apreciación hacia nuestro padre y nuestra madre, aun por el mero cuidado físico que nos dieron. Otra razón importante para arreglar las cosas con él y ella es que se lo debemos. Muchas personas mayores se van a la tumba sintiendo que le fallaron a otro ser humano, precisamente por estas brechas intergeneracionales. Saben que no les gustan a sus hijos o hijas, que no tienen su respeto, y esto les provoca gran amargura y tristeza.
Un hombre me escribió, cuando fue a despedirse de su padre. Dice: “Permanecimos sentados, las tres últimas semanas de su vida, en un espléndido silencio, pero en total entendimiento. Sólo me hablaba para decirme que no era muy bueno para conversar. Lo más increíble fue que, hacia el final, tuve que ayudarlo a ir al baño, y en esos momentos nos tomábamos de la mano, en una forma en que yo nunca le he tomado la mano a nadie. Creo que comprenderás cuando digo que se invirtieron los papeles de padre/hijo. Aun ahora, mientras escribo, me invade esta sensación de bienestar”.