En la preparación y celebración del Sínodo de la Familia han sucedido muchas cosas. Unas cuantas, positivas; muchas otras preocupantes. El mejor archivo que conozco sobre por qué hay que preocuparse está en una serie de artículos escritos por Bruno Moreno a los que se puede acceder haciendo click aquí.
La razón de este breve escrito es recordar a todos nuestro deber de orar, especialmente con el Santo Rosario. La familia es el último refugio que queda antes de que los poderes de este mundo se abalancen sobre el individuo aislado y necesitado para venderle con mentiras cualquier veneno disfrazado de felicidad. Son horas de duro combate y nuestras plegarias y penitencias no deben faltar.
Es cierto que las decisiones finales no corresponden a los padres sinodales sino al Papa pero también es cierto que las fuerzas oscuras, algunas de las cuales ya han sido desenmascaradas, no perderán ocasión para presionar al máximo al Sucesor de Pedro. Algo parecido aconteció en 1968 con Pablo VI, y lo que tuvo que enfrentar aquel Papa, después de una opinión desastrosa de una amplia comisión de teólogos y obispos, fue tortura moral, desobediencia descarada, dolor interminable, hasta su muerte. No queremos algo así para el Papa Francisco y por eso hay que multiplicar las oraciones para que haya voces valientes y votaciones claras que muestren que la Iglesia Católica de nuestro tiempo no está dispuesta a arrodillarse frente a los poderes de este mundo. Si algunos de sus hijos, para vergüenza de todos, lo han hecho, esa no puede ser la postura del pueblo cristiano.
¿Qué penitencias y oraciones vas a ofrecer durante cada día del sínodo?