* En varias ocasiones los Papas han hablado a los jóvenes, y junto con ellos a todos nosotros, sobre la necesidad de ir “contracorriente.” Es evidente que los valores y el estilo del mundo asfixian y quieren robar la semilla preciosa que Cristo ha traído a esta tierra. Pero, ¿qué es vivir contracorriente, y cómo se puede poner en práctica?
* La estrategia del mosquito es el nombre que damos a la actitud de los que consideran que basta con liberarse del fastidio presente imaginando que los problemas a la larga se resolverán por sí mismos, y las cosas volverán a una cierta “normalidad.”
* La estrategia del mosquito cree que el enemigo, como un perro rabioso, se va a calmar si le lanzo una salchicha; la verdad es que cada salchicha hace más fuerte al oponente. Todavía más grave el caso si el enemigo tiene un plan para subir cada vez más sus pretensiones y exigencias, como de hecho sucede en nuestros días.
* Nuestros tres grandes errores, compañeros de la fallida estrategia del mosquito, son la pereza, la cobardía y la ingenuidad. Dos ejemplos notables del daño que causa esa pasividad son los avances del lobby gay y las atrocidades a que lleva la legislación permisiva sobre el aborto. En el primer ejemplo, se pasa de legalizar el matrimonio gay a indoctrinar el pansexualismo en los niños. En el aborto, después de aprobado para situaciones “extremas” (como la violación) luego se considera “daño para la madre” todo lo que lastime supuestamente su sicología, como por ejemplo, tener que parir un hijo varón queriendo una niña.
* Podemos resumir diciendo que nuestra “estrategia del mosquito” resulta escandalosamente derrotada por la “estrategia del caballo de Troya,” que bien saben usar los que manejan con astucia sus agendas de aprobación legal y de manipulación de derechos en conflicto.
* Veamos primero lo que hay que evitar:
(1) No vale hundirse en la tristeza y la amargura.
(2) No sirve la nostalgia, que además encubre muchas mentiras e injusticias sobre el pasado.
(3) No surge nada del escapismo al estilo milenarista.
(4) No construye el volverse simplemente un cazador de herejías.
* ¿Qué hacer entonces?
(1) Experiencias vivas y gozosas de conversión; no puedes vencer la corriente del mundo si no te conduce una corriente más fuerte, la del Espíritu Santo. Es requisito la alegría. En la tristeza de los que solo denuncian quizás se esconde el deseo de pecar impunemente.
(2) Necesitamos estar bien alimentados. Con oración, ante todo. Con ansia de la gloria de Dios. Con claridad sobre nuestra necesidad de los sacramentos.
(3) Necesitamos baluartes: espacios para rehacer nuestras fuerzas; lugares de descanso y de renovar las fuerzas. A los cristianos del siglo I les tocó ir a las catacumbas. Esto implica también cuidar el baluarte.
(4) Formación permanente: estar actualizados sin estar obsesionados. Hablar de estos temas con amigos, relacionados y sobre todo con la propia familia. Esto incluye gozarse en la estatura y claridad de nuestra doctrina católica.
(5) Actitud de abnegación generosa para dejar lo que no construye y para tener una sana disciplina, mirando a la Cruz.