“Ahí está la Casa di Santa Marta, donde vive el papa Francisco. Allí abajo, el monasterio donde se ha retirado el papa Ratzinger. Y ésta es la terraza del escándalo”.
Paseo por la azotea del Palazzo San Carlo con el hombre que durante ocho años ha sido la persona más poderosa del Vaticano después del papa: el cardenal Tarcisio Bertone. El exsecretario de Estado del Vaticano ha sido muy criticado, acusado de ser el arquitecto y el titiritero de las intrigas más oscuras de la Curia. La luz del sol brilla sobre la cúpula de San Pedro, ese sol romano que ya anticipa la llegada de la privamera. Durante meses, se ha dado por hecho que esta terraza es parte del retiro dorado de Bertone: un apartamento de lujo de 700 metros cuadrados con vistas a Ciudad del Vaticano. Pero la terraza es comunitaria, y esta construcción fotografiada y publicada por la prensa da servicio a todo el Palazzo, y no tiene acceso directo al apartamento de Bertone. Él sonríe socarronamente.
“Un cardenal me dijo que este sería un magnífico lugar para relajarse y meditar. Pero no era yo quien decidía. A pesar de lo que se ha dicho y escrito, no me pertenece; es para el disfrute de todos los residentes del Palazzo”.
Bertone vive aquí abajo, en un apartamento del tercer piso que durante décadas ocupó Camillo Cibin, el legendario jefe de seguridad de Juan Pablo II. El condominio se parece a muchos otros del quartiere Prati, junto al Vaticano. A primera vista, la famosa y escandalosa casa de Bertone no tiene más de 300 metros cuadrados, que incluyen dos pequeñas estancias para su secretario, un salón, un largo pasillo, una capilla privada, un dormitorio, una cocina, un baño y una pequeña terraza con limoneros, olivos y jazmines. El estudio-biblioteca tiene su propia historia. Lo ocupa una gran mesa sin teléfono -“lo tengo en otra mesilla, lejos, porque es un lugar de trabajo y cuando trabajo no uso ni el móvil”-. Hay una vitrina de cristal donde el cardenal guarda sus preciados Fiats: pequeños modelos rojos del Ferrari Fórmula Uno, bufandas blanquinegras y balones de fútbol de la Juventus firmados por los jugadores. Pero también hay un modelo del Fórmula Uno de Mercedes. “Me la dio el presidente; se puso un poco celoso después de ver todos estos Ferraris”.
Durante años, Tarcisio Bertone prefirió guardar silencio frente a las acusaciones que le llovían. Pero ahora, a sus 80 años y cuando ya no está en la cúspide de la pirámide vaticana, ha decidido sacarse la espina: primero, enseñando su casa, donde esos modelos de coches son, quizá, su pertenencia más valiosa. Sobre los secretos y maquinaciones que se le han atribuido, dice estar “recopilando material”. Responderá a las acusaciones más graves escribiendo de su puño y letra la verdad sobre la larga y atormentada era que vivió a caballo entre tres papas, dos de los cuales son ahora sus vecinos.
Eminencia, ¿por qué todo el mundo le critica?
Bien, digamos que hay dos motivos. El primero es porque cuando me nombraron Secretario de Estado no procedía de las filas de la diplomacia vaticana.
Saltándose la tradición.
Podría decirlo así. Y aunque hay precedentes ilustres, no se recibió bien.
¿Y la segunda razón?
Se refiere a mi trabajo. Durante los 8 años en los que serví como Secretario de Estado ejecuté mis obligaciones en absoluta sintonía con el papa, pero actué, abrí procedimientos, refomé algunas oficinas e hice nombramientos que involucraban o excluían a algunas personas. Y esto puede haber creado algún descontento. Pero también ha habido un cierto ensañamiento…
¿Por qué ensañamiento?
Bueno, es indudable que algunos de los problemas que tuvimos que afrontar eran dramáticos, por ejemplo el asunto de la pedofilia. También la puesta en marcha de los procedimientos para la transparencia económica y la legislación antiblanqueo. Aunque el inicio del pontificado de Benedicto fue prometedor, su evolución incluye momentos de tensión que fueron provocados intencionadamente contra la Iglesia y en cierta manera, también los ataques contra mi persona.
¿Buscaban dañar al papa?
Algunos creen que sí y alguien incluso lo ha escrito.
El papado de Ratzinger fue muy diferente al de su predecesor.
Desde luego. Pero también evolucionó en la línea de sus predecesores. El papa Juan Pablo II tenía un inmenso aprecio por el Cardenal Ratzinger, y guió a la Iglesia con su apoyo permanente y continuo, no solo en el plano doctrinal e intelectual, sino en otros aspectos, bajo su visión de gobierno. Por tanto, había continuidad entre los dos pontificados.
Con diferencias en sus habilidades para la comunicación.
Sí, y también de caracteres. Pero debemos reconocer al papa Benedicto el haber guiado a la Iglesia como un padre iluminado no sólo teológica y espiritualmente. Ya como Perfecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y luego en su pontificado, se ha visto con miles de obispos, los ha escuchado uno a uno, informándose con atención de cada realidad local para tener una visión global que le ha permitido intervenir en las directrices y el gobierno de la Iglesia universal. Hasta que, en un determinado momento, sintió la imposibilidad de continuar por este camino de conocimiento directo y concreto, de contacto físico con las comunidades locales, como el papa Juan Pablo II hizo antes y como el papa Francisco está haciendo ahora. Era una idea que le atormentaba hasta que se dio cuenta de que se necesitaba un papa con energía suficiente para viajar y proseguir con estos encuentros personalmente.
Por tanto, un pontificado incompleto, el del papa Benedicto.
Todo lo contrario. Un pontificado valiente. Antes de cada viaje, los periodistas escribían que no sería capaz de realizarlo y anticipaban malos resultados, incluso fracasos. Pero yo pienso en los viajes a Turquía e Inglaterra que hice con él, en la Jornada Mundial de la Juventud en su Colonia natal, cuando reunió a un millón de jóvenes para rezar en silencio frente a Cristo presente en el Eucaristía.
¿Le sorprendió su decisión de dejarlo?
Lo había intuido, pero no quería ni pensarlo. Lo supe con mucha antelación. Al menos siete meses antes. Y yo tenía muchas dudas. Habíamos debatido mucho sobre este tema, que ya parecía decidido. Le dije: Santo Padre, debe dejar hecho el tercer volumen sobre Jesús de Nazaret y la Encíclica sobre la Fe, que luego se publicó con la firma del papa Francisco.
Eran las navidades de 2012
Sí. Y le diré que no ha sido nada fácil guardar ese secreto. El papa había meditado y reflexionado profundamente con Dios sobre su decisión.
Es díficil hacer que un papa cambie de opinión, sobre todo si es alemán…
Cuando se toman algunas decisiones frente a Dios, ¿cómo podríamos intervenir los hombres?
¿Cómo es su relación con el papa Francisco?
Muy positiva, muy buena. Durante los siete meses que me mantuvo como secretario de Estado, no paramos: audiencias, notas, llamadas telefónicas. Ahora todo el mundo sabe que tiene la costumbre de coger el teléfono y llamar: necesito esto, busca esto otro, mira si este candidato es bueno… En resumen, ha sido una colaboración continua y fraternal.
Hasta el momento de su salida.
Nos vimos, hablamos y decidimos cómo hacerlo. Aun así, los periodistas escribieron: “Bertone ha sido expulsado de aquí, expulsado de allá…”.
Cuando hizo referencia a la acumulación de bienes materiales como uno de los problemas de la Iglesia, ¿ se refería a usted?
No lo sé. Pero cuando empezaron a criticar este apartamento, me telefoneó y me dijo: Mira, no tengo nada en contra de que vayas a vivir en el tercer piso del Palazzo San Carlo. Hay que dejar claro que el proyecto para construir la terraza era anterior…
Así que fue el papa quien le dio este apartamento.
Claro que sí. Y en la conversación que tuvimos también me dijo: no vamos a construir nada encima, pero tenemos que arreglar el suelo de la azotea porque llueve dentro. Ironías de la vida, la lluvia todavía se filtra, justo en mi habitación [sonríe]. Imagine si lo hubiera planeado yo…
Así que no es un superático de 700 metros cuadrados.
Para nada, usted lo ha visto. Le puedo garantizar que las habitaciones son mucho más pequeñas que las de otros edificios en el Vaticano. El papa estuvo informado de todo, incluso de la pequeña oficina habilitada para secretaría. Me dijo: está perfecto, también la secretaría, ya que al ser testigo de tres papados debes escribir tus memorias…”.
¿Y las está escribiendo?
Estoy recopilando material.
¿Sigue hablando con el papa Francisco?
Siempre que él quiere. Cuando cumplí 80 años en diciembre de 2014, nos vimos y hablamos de mi lógica sucesión como Camarlengo [el cardenal que se ocupa del gobierno de la Iglesia en ausencia del papa]. Como sabe, nombró al Cardenal Tauran, un gran amigo mío con quien he trabajado en distintas áreas, como la Comisión Cardenalicia de Vigilancia de Instituto de Obras Religiosas (el IOR, o banca vaticana). Pero me ha confirmado para los próximos dos años como miembro de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos que se ocupa de todas las misiones del mundo. Así que no diría que me han echado.
Por cierto, estuvo en Cuba en vísperas de la reanudación de relaciones diplomáticas con EEUU. ¿Fue por las misiones o con una misión?
Fui invitado por algunos obispos pero también… con un pequeño encargo de parte del Santo Padre.
¿Para completar el trabajo diplomático que consiguió esta histórica reanudación de las relaciones entre el régimen de Castro y Washington?
He hecho cinco viajes a Cuba e hice mi contribución a la reapertura de relaciones. No diré más.
Pero está sonriendo, así que concede…
Bueno, no es algo que haya caído del cielo. Ha habido mucho trabajo detrás, incluida la intevención del papa Francisco, que escribió personalmente a los protagonistas hasta que se hizo el anuncio oficial.
¿Está preocupado por las amenazas que vienen de Oriente Próximo?
Mire, no es la primera vez que la Iglesia ha sido amenazada. Incluso el papa. Recuerde los ataques a Pablo VI en Manila o a Juan Pablo II aquí en la plaza de San Pedro. Por supuesto, ahora estas amenazas son más acuciantes y más imprevisibles.
¿Qué contramedidas han tomado?
Hemos aumentado la vigilancia y la colaboración con las distintas unidades de seguridad, fundamentalmente en la prevención. Pero al mismo tiempo la Santa Sede ha hecho un gran esfuerzo en la vía del diálogo y la recíproca comprensión interreligiosa, intercultural e interétnica. Hablo de iniciativas como el encuentro con el presidente israelí Peres y el palestino Abu Mazen, promovido por el papa Francisco, y con la presencia del patriarca ortodoxo Bartolomeo de Constantinopla. Es este diálogo con el sector más equilibrado y racional de distintas religiones la principal forma de prevención ante las amanazas que vienen de fanáticos como los de ISIS (Estado Islámico).
La postura del papa Francisco frente a los excesos de la sátira contra la religión tras los ataques de Paris fue sorprendente.
El papa Francisco lo que ha hecho es reafirmar la necesidad de unos límites para que no se ofenda el sentimiento religioso, que es el más profundo del ser humano.
¿Incluso a costa de sacrificar la libertad de expresión?
Es un derecho fundamental, indiscutible en sociedades libres y democráticas. Yo hablo de deontología. Pero también de una condena firme de la violencia, sobre todo si se adscribe a una inspiración religiosa.
¿Teme por la seguridad del papa?
Temo, pero también con una actitud serena y confiada por las precauciones que se han tomado. Y además el papa ha dicho que el Arcángel Miguel cuida del Vaticano, y ya que los ángeles y arcángeles están reconocidos por muchas religiones, incluida la musulmana, no puedo imaginar mayor protección.
¿Se siente el papa restringido por estas medidas de seguridad?
Un poco, sí. Es un pontífice que quiere libertad de expresión y de movimientos.
Y parece que quiere abrir la puerta a cuestiones cruciales sobre la relación de la Iglesia con la sociedad contemporánea: desde los divorciados a la homosexualidad.
Este papa tiene una profunda formación jesuítica, pero también ha absorbido el método salesiano y, como educador de jóvenes y obispo de una gran ciudad como Buenos Aires, siempre ha sido un hombre de gran misericordia, abierto a las necesidades del mundo.
¿Así que es un papa que trata de unificar doctrina y práctica?
Sí, pero no creo que transija en asuntos doctrinales, aunque esta es mi opinión personal. Ciertamente, el papa Francisco abrirá nuevos espacios de aceptación y de escucha. Está bien recordar que el papel de los homosexuales en la Iglesia ya estaba presente en el documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe del cardenal Ratzinger, que ahora el papa Francisco retoma y desarrolla con mayor impacto mediático. También sobre los divorciados había ya una invitación para el apoyo pastoral tanto en la enseñanza como en la práctica de las diócesis, que algunos no reconocían. En definitiva: sí, hay un progreso y un énfasis en la reflexión y profundización sobre estos temas, y veremos hacia dónde nos lleva.
Sobre la pedofilia en la Iglesia, el papa Francisco ha señalado los límites.
Se han clarificado las posiciones y las acciones a tomar.
También por la exigencia de transparencia.
Por supuesto. Pero yo no veo un salto entre los dos pontificados. También el papa Ratzinger ha firmado normas de actuación muy claras reconocidas a nivel internacional.
Eminencia, una de las críticas más duras contra usted es sobre su papel depadre padrone al manejar los hilos de la gestión de IOR, la banca vaticana.
En absoluto, y habrá oportunidad de aclararlo todo.
¿Con el libro que está escribiendo?
En parte, sí. Era presidente del comité que supervisaba el banco y actué de acuerdo con los cardenales. Se ha dicho que a menudo estaban en contra de mis decisiones, pero esto tampoco es cierto. Estábamos en sintonía y respetábamos el estatuto. En cuanto a mí, era responsabilidad mía escuchar al presidente y al consejo de supervisión y las actas de los encuentros así lo confirman. No era ni elpadre padrone ni el déspota de la banca. Y cada decisión se tomaba siempre de acuerdo con el Santo Padre. Por otra parte, la banca vaticana tiene su propia organización que siempre ha funcionado…
No siempre bien.
No hablo de los problemas del pasado, sino de los últimos años. Puedo decir honestamente que no tengo conciencia de haber prevaricado. Siempre he trabajado de acuerdo con las normas del estatuto, y decidido de acuerdo con la Comisión y, sobre todo, con el Santo Padre.
¿Incluso en la salida de Gotti Tedeschi como presidente?
Sin duda alguna, sí. También en aquel cambio.
¿Cómo es la vida en el Vaticano con dos papas?
Maravillosa. Veo al papa Benedicto a menudo, nos llamamos por teléfono, me invita a comer. Rezo por él y él siempre se interesa por mi vida y mis iniciativas, especialmente las culturales y pastorales. Con el papa Francisco tengo contacto en las audiencias y las ceremonias, y también momentos informales. Además rezo por el actual sucesor de San Pedro; un empeño cotidiano para acompañar su ministerio y sus infatigables esfuerzos de evangelización y por la paz en el mundo.
Una última curiosidad, Eminencia. ¿Qué hay de cierto sobre su cena de cumpleaños con vinos exquisitos y trufas blancas de Alba?
[Ríe] Sólo le diré que era una cena organizada por la Asociación de Tropas Alpinas de Vercelli, mi antigua diócesis, sin vino y sin trufas pero con una excelente tartufata, una especie de milhojas con cobertura de chocolate. No me parece un lujo excesivo para celebrar los 80 años. ¿A usted qué le parece?
[Publicado primero en el Huffington Post]