“Una madre espera mellizos. Uno de ellos padece una malformación congénita de corazón. Los doctores explican a los padres las operaciones a las que deberá someterse su hijo para poder llevar una vida ‘normal’. La madre, llena de compasión, decide abortar. Los médicos inyectan veneno al niño para que muera (lo mismo hicimos con mi perro hace unos años), pero… envenenan al niño equivocado. No es una historia de ficción. Sucedió hace unos días en Australia. Ahora los dos bebés están muertos. El niño sano murió en lugar de su hermano, condenado a muerte por su propia madre. El niño enfermo nació por cesárea unas horas después… para morir al ser prematuro…”
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