[Retiro espiritual en el Monasterio de Dominicas en Catamarca, Argentina.]
Tema 2 de 10: La conversión de Pablo
* En la época de Cristo hubo dos términos a los que debemos acercarnos en su enorme carga semántica y emotiva: “Reino de Dios” y “Mesías.”
* Hablar de que Dios viene a reinar implicaba proclamar la próxima caída de la dominación extranjera. Evocaba las grandes gestas del Éxodo, del retorno del destierro y de la lucha macabea. Era una aspiración muy generalizada en los judíos de aquel tiempo, no sólo para los habitantes de Jerusalén sino en todo lugar donde se proclamaran las Escrituras.
* En la memoria del pueblo estaba sobre todo el reinado de David, que logró poner un límite a las hostiles naciones vecinas y trajo estabilidad y prosperidad al reino. Además, David recibió promesa de una dinastía perdurable, y por eso hablar del Mesías (Ungido por Dios) o hablar del “Hijo de David” tenía que sonar a mecha humeante en un polvorín gigante.
* Los que más temían eran: Herodes, rey impostor; Pilato, instrumento de la tiranía romana; y los saduceos, que dependían de ese equilibrio inestable que en buena parte habían ayudado a construir y custodiaban celosamente.
* La manera como cada quien esperaba el Reino sí era muy diversa. Para los fariseos, entre los cuales se crió Pablo, Dios reinaría solamente si se cumplía estrictamente la Ley. El mensaje de Jesús parecía un camino ciego y una distracción imperdonable, que les quitaba liderazgo en medio del pueblo. Eso explica el odio generalizado de los fariseos contra Jesucristo, y luego contra los cristianos.
* La conversión de Pablo es descubrir que el Reino llega por un camino paradójico: no por la conquista de las fuerzas humanas sino por gracia, y mediante la fe.