1. Invocación continúa y confianza profunda en el Espíritu Santo.
2. Amor y deseo consecuente de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
3. Lectura y meditación de la Sagrada Escritura.
4. Vida sacramental: memoria del bautismo y la confirmación, humilde confesión, comunión y adoración eucarísticas, práctica oportuna de los demás sacramentos.
5. Oración comunitaria y personal: alabanza, agradecimiento, súplica, contrición, ofrenda de sí; devociones particulares.
6. Lectura hagiográfica y teológica.
7. Relación de amistad y servicio con los pobres y necesitados.
8. Estudio y práctica de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, según el propio estado de vida.
9. Frecuente examen de conciencia: bienes recibidos y faltas cometidas.
10. Meditación particular sobre la muerte y la eternidad.