* Es frecuente culpabilizar a los jóvenes de las conductas inapropiadas que les conocemos: agresividad (pandillas), depresión, individualismo, escapismo, y otras. Es importante darse cuenta del papel que la rabia (indignación) tiene en el origen de esos malestares. Y aún más urgente descubrir que esa rabia brota de una doble sensación de engaño y de traición.
* Engaño, por ejemplo, en el caso de la publicidad, que ofrece de muchos modos una felicidad esquiva y falsa; traición cuando vemos que las instituciones más venerables, incluyendo la misma Iglesia, han fallado miserablemente en ser coherentes con sus propios estándares y sus líneas más claras de acción.
* Por eso Jesús es absolutamente irreemplazable. En sus palabras y obras, el Señor se muestra tan verdadero, que despierta de modo profundo nuestra confianza.
* La sanación de la juventud sigue el mismo proceso de la sanación en toda otra edad: empieza por el reconocimiento de nuestra verdad, que incluye el dato fundamental de que somos pecadores y víctima de pecado; y sigue por el reconocimiento del amor que salva, el de Cristo.