Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Daniel Iglesias.
1. La idea de un “Dios bio-químico,” moviendo aminoácidos a placer en una gran sopa semi-orgánica, y acomodando poco a poco estructuras complejas, como en un gigantesco Lego, resulta muy poco atractiva, sobre todo si se la compara con el Dios que “hace que las cosas se hagan.” Y si uno admite que Dios podría hacer que las cosas se hicieran, uno puede admitir que en algún sentido los procesos evolutivos, micro o macro, pueden ser parte de ese macro-diseño. Porque el problema para el creyente no es si Dios diseña o no, sino este otro: si nuestro Dios es el de los micro-diseños (acomodador de aminoácidos) o el de los macro-diseños, por ejemplo, el que da tales condiciones a la materia que hace que ciertos eventos, en una primera aproximación improbables, puedan resultar posibles e incluso forzosos en el ámbito inorgánico.
2. La postura de Behe es estadísticamente contraproducente. Behe le apuesta al modo argumentativo: “esto es imposible.” Las estadísticas de la historia de la ciencia muestran que ese es el peor modo de acercarse a un problema. Biografías de grandes genios conservan los manchones de momentos de anti-lucidez en que aseguraron que “nunca se lograría” algo. En tiempos no demasiado lejanos hubo quien dudara de que un aparato más pesado que el aire pudiera volar, o que una máquina pudiera vencer al campeón de ajedrez del mundo. Todavía más grave, e incluso presuntuoso, es pretender que una explicación “nunca se encontrará,” por ejemplo: nunca se explicará la gravedad, o nunca se explicará cómo una serie de pequeños cambios pueden llevar a una serie compleja de reacciones encimáticas o proteínicas en la célula.
3. El mundo de las probabilidades es extremadamente brumoso y resbaladizo cuando se trata de algo más complejo que arrojar unos dados o apostar en la ruleta. Mientras que los casos favorables y los casos posibles están muy claramente delimitados en los dados o la ruleta, no sucede lo mismo en el cálculo de lo que puede suceder cuando el ambiente tiene un peso tan desproporcionado como vemos que sucede en asuntos de física, química o biología. Así como no es igualmente probable encontrar esposa en la mitad de un bosque o en la mitad de una gran ciudad, así también las series de eventos que caracterizan a los procesos químicos van generando espacios de probabilidad que no pueden calcularse sin una idea por lo menos cercana del espacio multidimensional (parametrizado, por supuesto) en que acontecen las mismas reacciones. Esta consideración indica que darwinistas o antidarwinistas están realmente a ciegas cuando dicen qué puede o no suceder, o qué tan probable se vuelve algo una vez que algo más ya ha sucedido. En términos de la teoría llamada del Diseño Inteligente, esto supone un duro golpe a las afirmaciones de improbabilidad e incluso a la presentación de la complejidad irreducible.
4. La noción misma de qué es o denota inteligencia es muy controvertida o discutible, incluso en experiencias cotidianas. Cualquier persona que haya guardado descuidadamente unos audífonos de reproductor de MP3 en su bolsillo se habrá maravillado alguna vez cómo pueden producirse complejos nudos en los cables. Hay ocasiones en que uno está tentado de reírse y de afirmar que “alguien” metió la mano en el propio bolsillo e hizo los tales nudos: así lo parece por lo complicados y apretados que se ven. Pienso que Behe comete el error de confundir complejidad con inteligibilidad. La complejidad puede tener toda la apariencia de una intención de alguien, y sin embargo, como en el caso de los cables, tal intención no ha existido, de modo que toda inteligibilidad que uno deduzca de esos nudos se ha producido esencialmente por sí misma. Es muy difícil decir a priori hasta dónde la complejidad puede producir o “simular” inteligibilidad creada intencionalmente, y por eso, también en este campo creo que darwinistas como Dawkins o partidarios del llamado Diseño Inteligente, como Behe, abusan del lenguaje y operan en un vacío muy amplio e incierto. Decir que toda inteligibilidad es intencional, o decir que toda proviene del azar es abusar de la ignorancia que tenemos y que probablemente siempre tendremos en este campo. Añadir el término “irreducible” no mejora las cosas a la luz de lo dicho sobre las probabilidades complejas que se suman, restan o multiplican, según se dijo más arriba.
5. Por todo ello soy más de la idea de usar nuestro armamento filosófico, en este campo, sólo como una instancia crítica que puede decirle al darwinista, y seguramente al creacionista radical: “Los datos no demuestran lo tuyo; puede haber señales, pero estás lejos de una demostración.” No que tal demostración sea imposible, sino que requiere otras herramientas más allá de la ciencia.