El Papa Francisco y el celibato sacerdotal – Comentario

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Luis Fernando Pérez Bustamante.


El Papa Francisco ha recordado que el celibato sacerdotal no es un dogma de fe pero que él lo aprecia mucho y que es un regalo para la Iglesia. Y ha añadido además que la discusión sobre el mismo no está encima de la mesa. Esos son los hechos.

Creo que los que ven como un hecho probable la abolición del celibato sacerdotal en la Iglesia Católica de Rito Latino suelen tomar la palabra “regalo” como una especie de “adorno” : algo que se puede quitar o poner, como un sombrero, a gusto del usuario de turno. Y el “usuario” sería aquí el Papa.

El sentido real, sumamente rico y hondo, de “regalo” proviene de su raíz: es “khárisma,” es “don,” es participación creada del Don increado, que es el Espíritu Santo mismo. El desprecio de un don no es una elección entre muchas: es ingratitud ante la bondad divina.

Nótese que cuando se describe al celibato sacerdotal como un “don” se está usando la misma palabra que se utiliza, por ejemplo, para el hecho de que exista la vida religiosa. Si un día asesinan a todos los religiosos y religiosas, ¿se acaba la Iglesia? No. Pero eso no significa que sea lo mismo una Iglesia con religiosos que sin ellos.

Si masivamente los religiosos apostatan, ¿se acaba la Iglesia? No, pero una traición de ese calibre causa un daño durísimo al Cuerpo de Cristo. Este es el contexto semántico en que hay que tratar del celibato: Si se suprime el celibato–cosa teóricamente posible–se empobrece notablemente la Iglesia porque se rechaza lo que Dios otorgó como un DON que la capacita para servir y revela mucho de su naturaleza y misión.

Si los célibes traicionan su celibato–cosa que no es teoría sino cruel realidad en muchos casos–se hiere el Cuerpo de Cristo. La solución no es empobrecer ese Cuerpo con el pretexto de no herirlo, sino sencillamente: sanarlo, o sea, apreciar el don, y vivirlo.

Incomprensible e insignificante la Resurrección sin la Cruz

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog De profesión, cura del P. Jorge González, en Infocatólica..


Escribe el P. González:

Mi parroquia actual, el edificio, tiene poco más de cuatro años. Me tocó impulsar su construcción y sacar adelante todo el proyecto. Mil detalles, entre los que había que contar de manera muy especial con las imágenes del templo.

Bueno, en verdad, solo había que pensar en una. Para la capilla de diario disponemos de una fantástica imagen regalo de una familia y para el templo principal de otra preciosa imagen de María sedente jugando con Jesús. El problema estaba en elegir un buen Cristo que aglutinara las miradas, la fe y la devoción de los fieles.

Hubo gente que rápido me propuso colocar un resucitado. Me negué en redondo, y mira que sus intenciones eran buenas: no quedarnos con la cruz, sino con el final de la historia: la resurrección y la gloria. Ya digo que la idea tenía su lógica, pero respondí justo con el evangelio de este domingo: la transfiguración. La pasión es el camino de la resurrección.

Hay un argumento bíblico importante que va a favor de lo decidido por el párroco: ¿Hemos tomado nota de que en los Evangelios Cristo Resucitado solamente se aparece a quienes sabían bien de su pasión y cruz, así fuera para huir de ellas? El Resucitado únicamente se aparece a sus apóstoles y a los discípulos, incluyendo en primer lugar a las mujeres, es decir, se aparece vivo a los que sabían de la cruz.

Cuando a una persona que no quiere saber de la cruz se le presenta una imagen del Resucitado, el sufrimiento de la cruz se trivializa o se vuelve del todo incomprensible: a lo sumo un hecho accidental, que poco o nada sumaría a los ejemplos de una vida coherente y heroica–con lo cual entramos en plena tierra pelagiana.

Además, la concepción “accidental” de la cruz contradice numerosos pasajes de la Biblia, y muy especialmente Lucas 24, donde Cristo explica a los discípulos que iban camino de Emaús que él DEBÍA padecer. El verbo “dei” del griego es muy fuerte.

El difícil número 222 de Evangelii Gaudium

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Tal vez el mundo es Corinto de un servidor, en Infocatólica..


El n. 222 de Evangelii Gaudium ha suscitado preguntas en varios amigos. El texto original en la edición en español dice así:

Hay una tensión bipolar entre la plenitud y el límite. La plenitud provoca la voluntad de poseerlo todo, y el límite es la pared que se nos pone delante. El «tiempo», ampliamente considerado, hace referencia a la plenitud como expresión del horizonte que se nos abre, y el momento es expresión del límite que se vive en un espacio acotado. Los ciudadanos viven en tensión entre la coyuntura del momento y la luz del tiempo, del horizonte mayor, de la utopía que nos abre al futuro como causa final que atrae. De aquí surge un primer principio para avanzar en la construcción de un pueblo: el tiempo es superior al espacio.

Reconozco que la formulación de este n. 222 es considerablemente abstracta, tal vez por fuerza de querer comprimir muchas experiencias en muy pocas palabras. El sentido creo que es este: Tendemos a asegurarnos “espacios” en los cuales podamos hacer las cosas a nuestro gusto. Pero esos pequeños espacios de dominio no reflejan la dinámica del Evangelio porque terminan llevándonos a competir con otros espacios, o a pretender asegurar lo que consideramos solamente nuestro.

Por contraste, privilegiar el “tiempo” es reconocer con humildad dos cosas: (1) que los procesos de asimilación del Evangelio son caminos que hay que recorrer, en los que a menudo no hay atajos; (2) que las cosas que nos parecen perfectamente obvias y unilaterales, luego, con el tiempo, se revelan más ricas y complejas.

Por eso la “plenitud” temporal es un horizonte que se expande, mientras que la “plenitud” espacial es sencillamente una pared contra la cual uno se estrella.

Cuando la Iglesia Catolica cayó en grave ingenuidad

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Cor ad Cor de Luis Fernando Pérez..


Esta frase de réplica resume el drama, y el por qué del intento fallido del Cardenal Tarancón: “¿Acaso la condición de peregrina de la Iglesia es incompatible con su condición de defensora de la fe?”

Ciertamente eran otros tiempos. Y si me preguntáis qué los hacía tan distintos, parte de la respuesta es: una colosal ingenuidad.

Era la época en que se creía que si la Iglesia dejaba sus privilegios el mundo dejaría su incredulidad. Al final resultó que la Iglesia dejó su capacidad de interpelar y el mundo no dejó su dureza, aunque por momentos pareció volverse más cortés.

El tiempo mostró que la secularización de los sacerdotes y el empobrecimiento de la liturgia eran ofertas de una sola vía, es decir, que la supuesta generosidad de una Iglesia que estaba dispuesta a negociar hasta sus dogmas (horror de horrores) no iba a recibir más generosidad que el cinismo de los que nunca se sacian: “Queremos un Cristo sin milagros; y además, sin exigencias morales; y además, sin lugar en la vida pública; y además, sin verdad histórica; y además, y además…”

El engaño está terminando. Al sainete le queda poca vida porque en muchos lugares ya no hay nada más que destruir, habiendo acabado con las ruinas de las ruinas.

Y terminado el sainete, la Iglesia renacerá. No sabe ni puede hacer otra cosa. Y una vez renacida, vigorosa, hermosa con la hermosura que le da su Esposo, la Iglesia habrá aprendido a ser un poco menos ingenua y un mucho más fiel a su propia naturaleza y ser.

Para que sirven los dogmas

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Espada de doble filo de Bruno Moreno..


Brillante. Oportuno. No te digo más elogios para no tentar la vanidad, Bruno. Dios te bendiga.

Agrego algo: observemos cómo, detrás del desprecio al dogma cristiano y católico está también la desconexión entre verdad y libertad, o entre bien y verdad. El bien se ve como fruto del puro apetito, de la espontaneidad buenista, o de un consenso social que se asume… dogmáticamente. Lo “bueno” es, por dogma postmoderno, lo que la sociedad secularizada declare como tal.

Esa “bondad,” indigesta y de muchos modos contradictoria consigo misma, no resiste análisis. Se refugia es su dogmatismo intolerante, subjetivista, rabioso, arrogante. Esa pésima “bondad” sólo habla de Cristo para negarlo, desfigurarlo o blasfemar de su Iglesia.

De ahí la increíble capacidad de nuestra sociedad “racional” y “desarrollada” para detestar a un hombre como Benedicto XVI. El Papa que el Espíritu Santo nos ha dado es exactamente la peor noticia que podían recibir los que creen en el dogma buenista, ultrasecularizado y subjetivista. Pero también hoy Cristo cumple su promesa: “He orado por ti, Pedro, para que tú fe no desfallezca.”

Sobre la incredulidad de muchos en los milagros de Jesus

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Reforma o Apostasía del P. José María Iraburu..


Precioso y minucioso análisis, P. Iraburu: GRACIAS. Comento tres cosas:

(1) Por supuesto no hay que oponer–ni el artículo comentado lo hace–historicidad y significación teológica. El gnosticismo larvado que incluyen posturas como la de Torres Queiruga viene a decirnos que la materia no importa, y que sólo importa el sentido o significado: la enseñanza, la “gnosis.” Muy al contrario, la estructura de los textos es “sacramental”: presupone el hecho sucedido que, precisamente en la solidez de su acontecer, sirve de base para el sentido noético, espiritual o teológico. Por ejemplo: la VERDAD del caminar sobre las aguas, invita a reconocer la VERDAD del señorío de Cristo sobre la creación, de un modo que el judaísmo sólo atribuyó a Dios, pues sólo él domeña la arrogancia de las aguas, según aquello del final del libro de Job.

(2) Otro punto importante lo comentaba Bruno Moreno hace unos meses: existe el prejuicio cientificista de que toda la gente de la antigüedad vivía en un mundo de fantasía donde cualquier cosa podía suceder en cualquier momento. Es como si se pensara que para ellos que alguien esté paralítico muchos años, y un día se levante, es parte de un mundo donde cualquier cosa puede pasar. Si ello fuera así, los autores sagrados se sentirían con cierta licencia para contar como acaecidas cosas que nunca pasaron. Gracias a Dios, los textos son lo suficientemente claros como para mostrar el impacto, la extrañeza, la incredulidad que esos hombres, lo mismo que nosotros, sentimos cuando percibimos que el mundo creado cede el paso ante la majestad y la compasión de su Creador.

(3) Ayuda mucho a la fe en la realidad de los milagros el haber presenciado unos cuantos. Sé bien que la Renovación Carismática no tiene monopolio del Espíritu Santo, ni más faltaba, pero, con mis propios ojos, y en cierto sentido como fruto de mi pobre oración, he visto milagros sobre cuerpos y mentes, incluyendo sanaciones físicas. Cuando leo esos malabares de teólogos que parece que sólo salen de sus despachos para ir a simposios donde hablan con otros de su mismo estilo y lenguaje, suspiro implorando a Dios que alguna vez todos ellos puedan asomarse a un lugar donde de veras se ore, se adore y se celebre el amor incontenible e inexhausto de Dios.

No comparto la postura de Gelabert sobre Torres Queiruga

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog Nihil Obstat de los Dominicos Españoles. La entrada que comento fue escrita por Martín Gelabert Ballester, OP.


Hubiera apreciado mucho que Gelabert hubiera dado alguna respuesta a las objeciones fundamentadas que presenta la reciente Notificación de la Conferencia Episcopal Española. Lo que aquí escribe mi estimado hermano de Orden parece diseñado simplemente para que sintamos conmiseración o indignación, pero falta responder a los interrogantes que quedan planteados.

La palabra “pluralismo” no es un talismán que disuelva automáticamente las contradicciones. Tampoco parece firme sugerir que el esfuerzo sostenido “de toda una vida” es prueba anticipada de acierto en el fondo o la forma de un autor. Eso hay que verlo en puntos específicos pues en asuntos de exposición de la fe no todo es materia de discusión.

De hecho, la Notificación presenta algunos de esos puntos específicos; es en ellos en los que hay que mostrar si Queiruga abraza y expone la fe de la Iglesia Católica o no. Un ejemplo. ¿El “caer en la cuenta” de Queiruga es coherente con la conciencia de la Iglesia sobre la relación entre la predicación y la fe, por una parte, y entre la fe y el Don gratuito del Espíritu, por otra parte?

Si alguien me predica; si el Espíritu “viene” o “desciende” (imágenes imperfectas de una realidad que en todo caso no nace “adentro”), entonces llegar a creer no es un avance de la mente perspicaz solamente. No es deducible. Como Queiruga no ha publicado otra noción sobre la revelación sino la que es analizada en la Notificación citada, es correcto y respetuoso decir que este es uno de “los elementos de la fe de la Iglesia que quedan distorsionados en los escritos del profesor Torres Queiruga” Llamemos las cosas por su nombre, que eso es servicio a la Iglesia y a la verdad.

La Escalera de la Muerte

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Bruno Moreno.


Necesitamos decenas de buenos artículos como estos, que se difundan en muchos lugares, para que se denuncie sin descanso la Escalera de la Muerte: ese proceso de (1) Justificar una solución falsa apelando a casos extremos; (2) Luego actuar sobre la base de la conciencia pública anestesiada, para aplicar la misma solución perversa a un mayor número de casos; (3) Proclamar como un “derecho” que se recurra a esa solución infame; (4) Usar dinero público y medios estatales para imponer ese mal llamado “derecho,” del cual hay que sentirse “orgulloso;” (5) Castigar a los disidentes, primero por vía de ridículo y calumnia, y después por persecución abierta, tortura y cárcel.

Es creible la complejidad irreducible como argumento contra el evolucionismo ateo?

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Daniel Iglesias.


1. La idea de un “Dios bio-químico,” moviendo aminoácidos a placer en una gran sopa semi-orgánica, y acomodando poco a poco estructuras complejas, como en un gigantesco Lego, resulta muy poco atractiva, sobre todo si se la compara con el Dios que “hace que las cosas se hagan.” Y si uno admite que Dios podría hacer que las cosas se hicieran, uno puede admitir que en algún sentido los procesos evolutivos, micro o macro, pueden ser parte de ese macro-diseño. Porque el problema para el creyente no es si Dios diseña o no, sino este otro: si nuestro Dios es el de los micro-diseños (acomodador de aminoácidos) o el de los macro-diseños, por ejemplo, el que da tales condiciones a la materia que hace que ciertos eventos, en una primera aproximación improbables, puedan resultar posibles e incluso forzosos en el ámbito inorgánico.
Continuar leyendo “Es creible la complejidad irreducible como argumento contra el evolucionismo ateo?”

Darwin a Juicio – Comentario

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Daniel Iglesias.


Daniel, por una parte admiro el tiempo y talento que pones a disposición de todos con esta serie de artículos.

Por otra parte, parece claro, a estas alturas, que tu apuesta va por el Diseño Inteligente, como se ve por el talante de la argumentación y los autores citados, en particular Johnson y Behe. Incluso tus ejemplos repetidos, como el ala o el ojo, van en la línea de “Complejidad Irreducible” de Micahel Behe.

Reconociéndome–ni más faltaba–como cristiano y católico, y por bondad de Dios sacerdote y teólogo, permíteme que comente que ese camino por donde vas presenta enormes dificultades y acaba en algunas incoherencias, a mi parecer, insalvables. Por ejemplo, hay estudios serios dedicados tanto al ojo como al ala, que han mostrado que el paso, desde la simple respuesta a la luz (fotosensibilidad) a la formación de una cámara que facilite esa respuesta es, por lo menos, plausible. Darwin mismo lo estudió: http://www.talkorigins.org/indexcc/CA/CA113_1.html

Me parece, por el contrario, que la veta realmente promisoria en una crítica al materialismo de Darwin va por el lado del estudio de las probabilidades, y el asunto del tiempo real estadísticamente requerido para mutaciones moleculares que se sumen en la dirección correcta.

Pero aún esta línea de ataque al darwinismo tiene su lado flaco. El estudio de tales probabilidades es extremadamente complejo–y polémico–porque no todos los casos son igualmente posibles. Por decir algo: un gen errático no tiene idéntica probabilidad de reconectar con su cadena de ADN en cualquier punto.

Todo esto no significa que Darwin sea inexpugnable. Las precondiciones que determinan cosas como las probabilidades relativas de reconexión de un gen son extremadamente enigmáticas, y hunden sus raíces en la química, la física y la cuántica. Tales propiedades de la materia no son ellas mismas materiales. Como decía el gran físico Paul Davies, es el origen de las LEYES lo que debería capturar más nuestra atención (más incluso que el origen de la vida o de la materia).

Algo se mueve en la Iglesia en Espana – Comentario

Lo que sigue es mi comentario a esta entrada del blog de Luis Fernando Pérez.


Me gusta más tu estilo actual, Luis Fernando, que reclama acciones, sin olvidarse de invocar a la vez la prudencia y la paciencia. Creo que la comparación del burro y la cacharrería, que te he leído un par de veces, es asaz apropiada y de plena aplicación en un mundo que tiene la cámara lista para magnificar los errores de cualquier prelado.

Hay un punto que, sin embargo, no te veo mencionar todavía. Algo que percibo ausente en otros a quienes mucho admiro, como Paco Pepe, el P. Iraburu, Bruno Moreno, y aun otros. El punto es que al presentar a los heterodoxos, se exponen sus ideas como si fueran puros caprichos de mente calenturienta. O como si en todos los casos la única motivación fuera complacer al “mundo.” O como si fueran expresiones de una rebeldía cuasi-adolescente frente al Magisterio y la Jerarquía.

Si uno lee una porción generosa de artículos de Paco Pepe, la impresión que le queda es que la doctrina de la Iglesia, y su liturgia, y su disciplina, ya están bien y ya estaban bien antes de que llegaran unos desquiciados a pretender imponer sus ideas y su talante de vida.

Mi experiencia en el aprendizaje y la enseñanza de la teología es distinto. La heterodoxia contemporánea no tiene su única raíz en el capricho o la rebeldía. Es mas bien una respuesta inadecuada a una pregunta o preguntas plenamente lícitas. Y por eso creo que un ingrediente indispensable es dar respuestas válidas a las preguntas válidas. No es sólo catequesis, pues la catequesis presume la posesión previa de una respuesta.

Sin quitar, pues, a tu comentario, sino sumando algo a él, ofrezco este aporte.