Espíritu del Eterno Padre,
que haces fecundas y sabias
las obras de quien en ti confía,
que diste tu voz a los profetas,
tu luz a los sabios,
tu prudencia a los pastores
y tu gracia a los redimidos,
¡ven, acampa entre nosotros!
Bendice con tu luz nuestros pensamientos, palabras y obras,
para que tu paso, como en un nuevo Pentecostés,
nos dé la fe, la verdad y la obediencia de María,
a quien constituíste Sagrario Purísimo de tu Presencia.
Espíritu de Verdad,
mira benévolo la Orden del Patriarca Domingo,
y, por la piedad que te es propia,
conserva en nosotros y en toda la Orden
la luz y el fuego del Evangelio,
para la gloria de Dios Padre.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.