La Corte Constitucional de Colombia ha dejado marcado con sangre inocente el día 21 de Febrero de 2022. La mayoría de los líderes políticos han saludado la despenalización total del aborto hasta la semana 24 de gestación como un “logro” que “hace historia.” Prontamente el señor Arzobispo de Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia ha manifestado el desacuerdo radical ante semejante exabrupto y ha mostrado la incoherencia que supone semejante descalabro legal en un país que quiere defender la vida y la paz para todos.
El hecho de que cuatro de los magistrados abortistas sean varones no ha levantado protestas de parte de quienes suelen quejarse de todo lo masculino y de calificarlo automáticamente como “hétero-patriarcado”. Las celebraciones festivas de muchas mujeres jóvenes, que ahora quedan autorizadas para asesinar impunemente a sus hijos, fueron registradas abundantemente por los medios de comunicación, que desde el principio han mostrado mayoritariamente un sesgo en favor del genocidio más grande y más grave que ha conocido la humanidad.
El daño que sufre nuestro país con estas pésimas noticias es profundo: la podredumbre queda entronizada y la lógica del asesinato para “resolver un problema” se ha instalado ya en la mente de millones de jóvenes.
Todas estas noticias, desalentadoras y gravísimas como son, no detendrán las convicciones de quienes defendemos la dignidad de toda vida humana. El camino se hace más doloroso, más empinado, pero ni los abortistas de ayer, ni los de hoy, ni los de mañana podrán cambiar la maldad intrínseca que implica torturar y asesinar a un inocente.
Y jamás impedirán que oremos por el fin del aborto y la conversión de todos, hasta el último abortista.