«Como cristianos católicos, estamos comprometidos con la necesidad de reformas fundamentales de la Iglesia. Sin embargo, nunca ha existido una verdadera y profunda renovación sin la conversión y el cambio de vida por medio del redescubrimiento del Evangelio. Por eso, el Camino Sinodal se pierde y se aleja dramáticamente del objetivo de la verdadera reforma. En su fijación por la estructura exterior, se pierde el núcleo de la crisis; viola la paz en las congregaciones, abandona el camino de la unidad con la Iglesia universal, daña la sustancia misma de la fe de la Iglesia, y equivale a una cisma».
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