ROSARIO de las Semanas 2021/12/22

#RosarioFrayNelson para el Miércoles:
Contemplamos los Misterios de la Infancia de Jesús

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
  2. En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
  3. En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
  4. En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
  5. En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
  6. En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
  7. En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.

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LA GRACIA 2021/12/23 ¿Por qué se necesita un precursor?

Ser precursor del Mesías es hacer que se descubra la gracia que solo Cristo trae; al reconocer nuestra condición de necesidad y de pecado se descubre también que necesitamos salvación, reconciliación y que Dios reine en nosotros.

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¡Luchad conmigo! – dice San Pablo

«Luchad conmigo» (Rom. 15,30)

Sin embargo, San Pablo no sólo hace a sus comunidades beneficiarias y receptoras de su oración, sino que les invita a que ayuden en su tarea evangelizadora apoyando y sosteniendo su apostolado con la oración.

Comprobamos así la humildad de Pablo, que se reconoce débil y tiene la conciencia clarísima de que la misión encomendada supera ilimitadamente sus propias fuerzas (cf. 2 Cor. 2,16). Cuando le vemos solicitando la oración de sus cristiano no nos encontramos ante una mera fórmula vacía, sino ante la convicción de que necesita de esta oración y de que la intercesión de las comunidades es una ayuda inestimable para realizar su misión evangelizadora. En el fondo subyace la convicción -seguramente basada también en la experiencia- de la eficacia y de la fuerza de la oración hecha en nombre de Cristo y guiada por el Espíritu (cf. Rom. 8,26-27).

Y comprobamos también algo típico del espíritu de Pablo -como veremos más adelante-: el ansia de incorporar a sus evangelizados como miembros activos y colaboradores positivos en la inmensa obra de la evangelización.

Quizá sorprenda la expresión «luchad juntamente conmigo en vuestras oraciones» (Rom. 15,30 cf. Col. 4,12). Sin embargo, si la consideramos atentamente nos damos cuenta que es sumamente reveladora. La imagen, que hunde sus raíces en el A.T, (Ex. 17,8-13; 32,11-14; Gen. 18,17s.), sugiere que las grandes batallas se ganan en la oración. Pablo, que vive todo su apostolado como un combate (Col. 1,29; 2,1; 2 Tim. 4,7), ve en la súplica el arma decisiva (Ef. 6,13-18). Y está persuadido de que, lo mismo que el pueblo de Israel vencía cuando Moisés estaba intercediendo ante Dios con las manos elevadas en la cima del monte, el Evangelio avanzará de manera imparable si logra que todo un pueblo interceda incesantemente sin desfallecer en la plegaria (2 Tes. 3,1).

También es revelador lo que indica a sus comunidades que pidan. Hemos visto que en su oración no pedía por sí mismo, sino por sus cristianos; y cuando suplicaba algo para sí -por ejemplo, por sus proyectos de viaje-, tampoco era en realidad para sí mismo, sino en función de su tarea apostólica. Su vida no existe más que para el Evangelio. El único anhelo que arde en su corazón es la salvación de los hombres. Y esto se refleja también en lo que les indica que deben pedir.

Desde luego, pide para sí mismo. Pero no para intereses suyos particulares -menos aún egoístas-. Sólo desea que le sea otorgada la gracia de que Dios mismo ponga su Palabra en su boca (Ef. 6,19) y pueda dar a conocer el Misterio de Cristo como conviene (Col. 4,4).

Ante las continuas dificultades y persecuciones en la tarea evangelizadora, pide sobre todo el don de la «parresía» (ardor, valentía, seguridad, confianza en la predicación del Evangelio). Esta es sin duda una de las cualidades más necesarias en el evangelizador (1 Tes. 2,2; 2 Cor. 3,12; 7,4; Fil. 1,20; Col. 2,15; Ef. 3,12; 6,19-20; Flm. 8), y por eso insiste en que pidan para él que «pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio» y «pueda hablar de él valientemente como conviene» (Ef. 6,19-20).

Asimismo espera de la oración de sus cristianos que alcance la gracia de que «Dios abra una puerta a la Palabra» (Col,. 4,3). La imagen significa (1 Cor. 16,9; 2 Cor. 2,12) una ocasión para predicar, una circunstancia que favorezca la difusión del Evangelio de Cristo. También esto es gracia de lo alto. Y Pablo espera lograrla por la intercesión de sus comunidades.

Incluso cuando les pide que supliquen «para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos» (2 Tes. 3,2; cf. Rom. 15,30-32; 2 Cor. 1, 10-11) es con el deseo de que desaparezcan los estorbos en el camino del Evangelio y en la tarea apostólica.


El autor de esta obra es el sacerdote español Julio Alonso Ampuero, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

¿Fueron invasores de Palestina los primeros israelitas?

Padre, si los israelitas llegaron a territorios (la tierra prometida) que YA ESTABAN ocupados por diferentes grupos humanos, se puede afirmar que los israelitas son invasores que vinieron a invadir territorios habitados y a desplazar a sus ocupantes? Con qué derecho ellos vienen a desplazar a los habitantes de estas tierras ? — D.T.

* * *

¡Es muy buena pregunta! Y de muy difícil respuesta, por dos razones principalmente:

1. Carecemos de datos objetivos suficientes para hacernos una idea completa de qué sucedía en aquella región hacia los siglos XIII y XII a.C. Lo que parece seguro es que aquella tierra estaba básicamente bajo dominación egipcia; sin embargo, era lugar de tránsito y de comercio relativamente intenso y carecía de cohesión.

2. Es natural nuestra tendencia a transportar a aquel tiempo nuestras concepciones actuales sobre lo que significa poseer: nuestra tendencia es usar nuestro concepto de “ser dueño” a esa época que, por el contrario, estaba narcada por la fluidez, las invasiones, la movilidad y las luchas entre clanes. Esto significa que lo que hoy entendemos por “mi derecho”, “tu derecho” o “el derecho de ellos” muy difícilmente puede trasladarse a aquellos siglos y lugares.

Un ejemplo interesante de cómo tenemos una enorme distancia cultural con esa región y esa época está en el uso de la palabra “filisteo.” Muchas personas tienden a pensar que los filisteos eran una especie de federación o de país y que ellos fueron invadidos por los israelitas. La verdad es que los filisteos mismos fueron invasores de los cananeos, nombre muy genérico con el que podemos identificar una multitud de pequeños pueblos y clanes que habitaban esa tierra en aquel momento (hacia el 1175 a.C.). Al respecto son ilustrativos los estudios de Mariam Shahin.

Según esto, difícilmente puede hablarse de una “invasión” israelita. El grupo israelita vino a ser, a lo mucho, un grupo más que usó y peleó por una faja de tierra en permanente disputa desde siglos atrás.

De hecho, hay autores, como Finkelstein y Silberman, que en su erudita obra “La Biblia desenterrada,” consideran que la presencia israelita fue mucho más discreta y su llegada mucho más procesual de lo que nos describe, sobre todo, el Libro de Josué en la Biblia. De esta obra cito:

“No hay señales de invasión violenta ni siquiera de infiltración de un grupo étnico claramente definido. En cambio, parecía ser una revolución en el estilo de vida. En las anteriormente escasamente pobladas tierras altas, desde las colinas de Judea en el sur hasta las colinas de Samaria en el norte, lejos de las ciudades cananeas que estaban en proceso de colapso y desintegración, surgieron repentinamente unas doscientas cincuenta comunidades en las cimas de las colinas.”

Un dato que parece corroborar este enfoque es que prácticamente no hay evidencia extrabíblica de grandes batallas o conflictos, como sería de esperar si estuviéramos hablando de una invasión. Y no es por falta de interés en la zona porque, como se ha dicho, era región de tráfico humano, comercial y militar desde tiempos antiguos.

En conclusión: la historia de aquella tierra y aquel tiempo es compleja y no corresponde a nuestras ideas actuales de lo que es habitar o posser un terreno. Se trata de una zona en continua evolución con la intervención de diversos pueblos y etnias. No hay un rastro histórico de una invasión armada o de desplazamiento forzado sino que la versión bíblica parece referirse a algunas de las muchas batallas que aquellos pueblos diversos tuvieron entre sí.