Generalmente nosotros los Católicos defendemos a los pueblos de las dictaduras porque coartan la democracia, y creo que debemos seguir haciéndolo. Pero ¿tememos que dentro de la Iglesia se trabaje desde la democracia? — V.C.
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La democracia es mejor que el totalitarismo: en eso estamos de acuerdo. Y también comparto tu opinión en cuanto al daño que causa la arrogancia clericalista.
Pero la democracia tiene sus graves límites; por ejemplo: manipulación de masas; falta de alternativas; marginación de voces valiosas pero no mayoritarias.
Si Cristo hubiera sometido a votación la cruz o el martirio, su propuesta no hubiera “pasado”…
La escucha y la participación tienen un valor pero si se absolutizan, por ejemplo pensando la Iglesia en términos de democracia, estamos desfigurando el carácter profético y el valor mismo de la revelación.
Un pasaje bíblico muy interesante al respecto es aquel del becerro de oro en el desierto. Aarón, que aprobó el asunto, estaba respondiendo a la voluntad popular…
Volviendo al clericalismo, el problema no es su dimensión sacramental, ni la autoridad que debe tener el obispo y proporcionalmente el sacerdote, sino el orgullo o la llegada de otros intereses (mundanos) al corazón del consagrado. Si él mantiene su mirada en Cristo y en el modo de Cristo ser líder a partir del servicio, la fe florecerá y la caridad abundará.