Cordial saludo, fray Nelson. ¿Me puede ayudar a aclarar a lo que se refiere el ecumenismo, por favor? He estado leyendo sobre el tema pero no he logrado entenderlo con claridad y, es que me pregunto, también, si se puede hablar de ecumenismo con los protestantes… O, ¿hasta que punto podemos hablar de ecumenismo en cuanto a los sacramentos y liturgia y cantos? — R.P.
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En griego antiguo, la palabra “oikumene” se refería al mundo habitado, es decir, al conjunto de los pueblos. En este primer sentido, lo “ecuménico” hace referencia a la unidad que formamos todos los seres humanos, todos los habitantes de esta “casa” que es nuestra Tierra. La idea de “unidad” a partir de la “multitud” es clave en este análisis.
En la oración de Cristo, poco antes de padecer, después de la última cena, según cuenta el Evangelista San Juan, el Señor hizo una súplica muy profunda, que tiene que ver con este sentido original de lo “ecuménico”: Cristo pidió que todos sus discípulos fuéramos UNO y puso como referencia ni más ni menos que la unidad perfectísima que él tiene con Dios Padre. Sus palabras son de una profundidad impresionante: “No ruego sólo por estos [se refiere a los apóstoles, que estaban con él en la cena]. Ruego también por los que han de creer en mí por el mensaje de ellos, para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Juan 17,20-21).
Ese propósito e intención de Cristo no se está cumpliendo, en la medida en que vemos tantas divisiones entre personas que todas dicen–y decimos–ser discípulos del mismo Señor. Encontramos que hay católicos, ortodoxos, anglicanos, protestantes, luteranos, calvinistas, adventistas, pentecostales, y muchas otras denominaciones. El deseo ferviente de Cristo no se ha cumplido. Constatar esto, y sufrirlo en el corazón, es el origen del Movimiento Ecuménico, que precisamente quiere buscar caminos para que se realice una auténtica, profunda y duradera unidad entre todos los discípulos de Cristo.
De lo dicho podemos entender varias cosas:
1. El propósito del ecumenismo nos concierne a todos; simplemente no se puede ser discípulo de Cristo y situarse al margen del deseo de Cristo de que haya unidad entre todos los que son suyos e invocan su Nombre.
2. El ecumenismo es un camino. No existen soluciones fáciles ni rápidas que restituyan la verdadera unidad entre los cristianos. Es necesario conocernos, deshacer prejuicios, aprender a valorar lo que Dios ha hecho en otros, y a la vez, ser fieles al Evangelio que hemos recibido.
3. Por eso mismo, es claro que todos debemos evitar el ecumenismo fácil o aparente, que no termina de abordar las cuestiones de fondo y que prefiere quedarse en manifestaciones externas que muchas veces son simple expresión de deseos y no de realidades. Sin decirnos mentiras: el ecumenismo supone procesos de conversión, y esto quiere decir: renuncias, reconocimiento de errores, señales claras de un nuevo rumbo.
4. El aliento fundamental del movimiento ecuménico es la oración. Si es necesario que los corazones depongan sus orgullos y busquen con pureza de intención la Verdad, ¿quién podrá concederlo, si no es Dios, por su piedad?
Apoyemos, pues, todos el camino del ecumenismo, eso sí, con los ojos abiertos y una fe formada y clara.