ROSARIO de las Semanas 20210311

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

Últimos años de un jesuita santo: el Beato José de Anchieta

Sus últimos años

Cuando el padre Anchieta era ya muy anciano, le ofrecieron los superiores que eligiera lugar para su retiro, pero él no quiso en modo alguno usar de tal licencia. En carta al padre Ignacio de Tolosa le decía: «El Padre Provincial me ha dado opción de elegir la casa que quisiere, pero no me agrada tanta libertad, porque ésta muchas veces se junta con engaño y con peligro de desviar del camino derecho, porque ninguno conoce lo que más le importa. Y fuera grande yerro, habiendo cuarenta y dos años entregádome todo al arbitrio de mis Superiores, querer ahora en estos últimos años disponer de mí por mi parecer. Todo me di a la voluntad del P. Fernando Cardinio, cuando partió por Rector del colegio de S. Sebastián. Ahora ha querido Dios enviarme por compañero del P. Diego Fernández a esta aldea de Reritiva de la colonia del Espíritu Santo a ayudar a los brasiles y enseñarles la doctrina cristiana. De mejor gana trabajo con éstos que con los portugueses, porque a buscar a aquéllos vine enviado al Brasil, y quizá fue traza de la divina providencia haber acompañado a un Sacerdote para meternos la tierra adentro y recoger al aprisco de la Iglesia muchas ovejas perdidas, para que, ya que de otra manera no puedo alcanzar la corona del martirio, me suceda por lo menos dejar la vida por mis hermanos en alguna peña de estos montes, entre las asperezas de los caminos y suma falta de todas las cosas, desamparado de todos y destituido de todo humano consuelo» (Nieremberg 595-596).

A Reritiva, pues, junto a Guarapary, en la capitanía de Espíritu Santo, se fue el beato Anchieta en 1587, para gastar y desgastar su últimas fuerzas de amor apostólico, con entusiasmo juvenil, en la evangelización de los indios. Iba a buscarles a la selva o a donde fuere, sacando fuerzas de flaqueza, y teniendo a veces que descansar tumbado en una red que los indios acompañantes tendían entre dos palos. No se cansaba de llamar a los brasiles a la fe en Jesucristo, invitándoles a dejar la vida nómada y a agruparse en nuevas aldeias misionales.

Hasta el fin, también, le duró su amor a los enfermos. Una noche se levantó para dar un jarabe a un enfermo, y tuvo una mala caída, que le hizo guardar cama durante seis meses, en los que se fue agravando su mal. Finalmente, el 9 de junio de 1597 vino a visitarle la hermana muerte. Y al decir del padre Nieremberg, «tuvo tanto sosiego del alma y del cuerpo en aquel último trance, que no parecía que acababa la vida, sino que en atenta oración, como solía vivo, se unía con su espíritu a Dios, a quien muriendo daba verdaderamente el alma. Tenía, cuando murió, setenta y cuatro años de edad y de religión cuarenta y siete, tres vivió en Portugal y cuarenta y cuatro en el Brasil» (597).

Sus restos, con gran solemnidad y amor, fueron trasladados procesionalmente a Espíritu Santo, y en 1611, por orden del padre general Aquaviva, a un sepulcro elevado, junto al altar del colegio jesuita de Bahía. Venerable desde 1617 por sus virtudes heróicas, fue declarado beato en 1980. En Brasil se le considera fundador de la nación y de la Iglesia local, al mismo tiempo que patrono nacional. El pueblo antiguo de Reritiva es actualmente la ciudad llamada Anchieta.


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

ROSARIO de las Semanas 20210310

#RosarioFrayNelson para el Miércoles:
Contemplamos los Misterios de la Infancia de Jesús

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la infancia contemplamos la Anunciación a María Santísima y la Encarnación del Hijo de Dios.
  2. En el segundo misterio de la infancia contemplamos la visita de la Virgen Madre a su pariente Isabel.
  3. En el tercer misterio de la infancia contemplamos el sufrimiento que pasó San José, y la fe amorosa que tuvo.
  4. En el cuarto misterio de la infancia contemplamos el Nacimiento del Hijo de Dios en el humilde portal de Belén.
  5. En el quinto misterio de la infancia contemplamos la Epifanía: Jesús es luz para las naciones, y así es adorado por unos magos venidos de Oriente.
  6. En el sexto misterio de la infancia contemplamos la Presentación del Niño Jesús en el templo de Jerusalén.
  7. En el séptimo misterio de la infancia contemplamos a Jesús Niño en el templo, ocupado de las cosas de su Padre del Cielo.

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LA GRACIA 2021/03/11 Pelear contra Cristo

Es fácil llegar a la amistad con Cristo al encontrar poder, bondad, por ser Él quien es; es difícil porque lo que nos retiene lejos de Él también presenta sus propias ventajas.

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Remedios para el desaliento

“No sé tú pero yo estoy muy cansada por dentro, mentalmente, anímicamente, espiritualmente… La incertidumbre me causa inquietud y ansiedad, el ambiente pesimista que destilan los medios de comunicación me agota, el no ver ni siquiera de lejos el final de este desastre acaba conmigo, consume mis fuerzas…”

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¿Muertos que resucitaron por la fuerza de la resurrección de Cristo?

Padre Nelson. Hoy, me encuentro cara a cara con el relato de Mateo en que dice que en el momento de la muerte de Jesús se abrieron los sepulcros y salieron santos resucitados que subieron a Jerusalén. Bueno. Cual es la doctrina oficial de la Iglesia y la suya. — E.Q.

* * *

Ante todo; yo no tengo una doctrina “mía”: yo bebo de las fuentes que están abiertas para todos, es decir, de la enseñanza común de nuestra Iglesia Católica.

El texto al que te refieres es Mateo 27,50-53: “Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu. Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”

Los acontecimientos portentosos que aquí se describen habían sido anunciados por los profetas (véase por ejemplo Amós 8,9). Resulta difícil para nosotros tener una imagen completamente nítida de qué fue lo que sucedió y por eso algunos han querido presentar las cosas como si todo fuera una especie de expresión literaria sin verdadero fundamento. Pero este modo de ver las cosas presume injustificadamente que los autores antiguos vivían en un mundo fantasioso en que cualquier cosa podía decirse si sonaba agradable a los oídos. Es difícil creer que fuera tan pobre la estima de la realidad en aquellos hombres, dado que la persecución que pronto tuvieron que sufrir, y que incluía torturas horrendas y la muerte, no tenía nada de imaginaria. Es decir: creer en que Cristo puede resucitar muertos no es un asunto de entretenimiento literario: es la fe que se necesita para soportar perderlo todo, incluso la propia vida. Quien tiene ante sus ojos el dolor real y la muerte real no se va a contentar con relatos inventados o con fábulas agradables de leer.

Todo esto indica que debe haber alguna verdad, también real y verificable, detrás de una afirmación tan extraña (a nuestros ojos) como la que leemos en ese capítulo 27 de San Mateo: “se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a mucho.” Una cosa así no puede decirse sin que de inmediato alguien contemporáneo a esos textos pregunte: “¿Y conocemos a algunos de esos que se encontraron con muertos resucitados?” Si una persona está en el proceso de volverse cristiano, y esa persona sabe que en cuanto cristiano va a ser perseguido y torturado y posiblemente muerto, y le cuentan algo como esto de las resurrecciones de difuntos, ¿es creíble que esa persona siga adelante con su fe mientras sospecha que nada de eso en realidad sucedió? Y si la persona está convencida de que no hubo esas resurrecciones, ¿se sentirá inclinada a aceptar que Cristo SÍ resucitó de entre los muertos, de modo que vale la pena morir por Aquel que ha vencido a la muerte?”

Sólo queda entonces una posibilidad: hubo acontecimientos milagrosos en torno a la muerte de Jesucristo. Después de todo, eso no es tan extraño, una vez que sabemos que en vida Cristo realizó tantos milagros.

¿Qué pudo haber sucedido? Que pocos días después de la crucifixión, algunos parientes de personas que habían muerto tiempo atrás, se encontraron con que sus difuntos habían vuelto a la vida, a la manera como Lázaro también fue resucitado a esta vida, incluso después de que su cadáver ya “olía mal” (Juan 11,39). Estos hechos, absolutamente sorprendentes, ayudaron no poco a que muchos judíos se preguntaran de un modo nuevo y más profundo cuál era el misterio del Mártir del Gólgota, y de alguna forma prepararon el don de la fe en aquellas personas que unos días después, en torno a Pentecostés, abrazaron la fe con entusiasmo (Hechos 2,37-41).