Amargo es el recuerdo de la muerte
en que el hombre mortal se aflige y gime
en la vida presente, cuya suerte
es morir cada día que se vive.
Es verdad que la luz del pleno día
oculta el resplandor de las estrellas,
y la noche en silencio es armonía
de la paz y descanso en las tareas.
Pero el hombre, Señor, la vida quiere;
toda muerte es en él noche y tiniebla,
toda vida es amor que le sugiere
la esperanza feliz de vida eterna.
No se oiga ya más el triste llanto;
cuando llega la muerte, poco muere;
la vida, hija de Dios, abre su encanto:
«La niña no está muerta, sólo duerme.»
Señor, da el descanso merecido
a tus siervos dormidos en la muerte;
si el ser hijos de Dios fue don vivido,
sea luz que ilumine eternamente.
Amén.
En memoria de Fr. Duván Letrado, OP, que en paz descanse.