Una entrevista del portal católico ALETEIA
El padre Emmanuelle fue pandillero y grafitero. De un chispeante buen humor, tiene 30 años de edad y pertenece a los Misioneros Apóstoles de la Palabra. Además es un defensor de la liturgia, y ha sido un influencer en redes sociales en tiempos recientes. Pero la pandemia de covid causó que un cáncer, que se le detectó en un ojo el mes de febrero, no pudiera ser atendido sino hasta agosto, siendo entonces demasiado tarde para humanamente poderlo curar. Pero él está consciente de que el sufrimiento es el camino más corto para llegar al Cielo. Un sacerdote con cáncer y sin cura, que nos ofrece esperanza y testimonio.
Padre, gracias por concedernos esta entrevista para Aleteia. ¿Puede decirnos su nombre completo, dónde y cuándo nació?
Mi nombre es Emmanuelle Cueto Ramos, soy sacerdote de los Misioneros Apóstoles de la Palabra. Nací el 1 de diciembre de 1989. Soy de origen mexicano, aunque ahorita radico en Perú; nací en Acapulco, Guerrero.
¿Cómo recibió su llamado al sacerdocio?
Yo era monaguillo desde los 5 años y medio, o 6 años y medio más o menos. Mi casa quedaba a cien metros del templo parroquial, y yo desde chiquito me la pasé en el templo. Yo veía al padre cómo se revestía; y a los monaguillos, y yo quería ser monaguillo. Entonces mi mamá me metió de monaguillo, y yo era el más pequeño, ¡era la mascota de los monaguillos!
Mi párroco tenía fama de ser un poquito enojón. Pero en mi parroquia también había religiosas, había monjas, y tenían fama de ser regañonas; ellas eran las encargadas de los monaguillos. Y yo era muy travieso.
Llegó un momento, en el día de mi Primera Comunión, que el padre le dijo a las niñas: “Levante la mano la que quiera ser religiosa”; pero nosotros ya teníamos la figura de las religiosas como un tanto negativa, así que cuando el padre preguntó: “¿Quién quiere ser religiosa?”, nadie levantó la mano, porque para ser como aquéllas, pues no. Luego preguntó el párroco: “¿Quién quiere ser sacerdote?”, y el único que levantó la mano fui yo.
Vas a ser cura
El padre, contento, al final de la Misa me vino a buscar y me dijo: “¡Qué bueno que vas a ser padre!”, y yo le contesté: “Sí, yo quiero ser padre de cuatro hijos, dos niños y dos niñas”. Pero el padre me dijo: “Vas a ser cura”, y yo pensé: “¡Ah, te la creíste!” y no se cómo le contesté: “Sí, yo voy a ser sacerdote”. Pero ahí quedó, porque llega uno a la adolescencia y le pica la aguja del noviazgo, de las chicas, ¡y qué Seminario ni qué Seminario! Se me fue la intención.
Tuve mis novias en la secundaria, y me empecé a descarriar; fui grafitero, y tuve mi etapa de cholo. Aquí, en Perú, cholo es una forma despectiva de decirle a los indígenas; pero en México un cholo es un pandillero.
Así que fui pandillero; pero un sacerdote misionero de la comunidad a la que ahora pertenezco, el padre Octavio Díaz, dio un retiro. Yo entonces tenía una crisis de fe, por decirlo de alguna forma, ya que mi vecino era protestante; yo trabajaba con él en unas canchas de tenis, y un día me dijo: “Oye, ¿sabías tú que María tuvo más hijos? Y tu Biblia lo dice”. Yo le dije que no, pero él me dijo que leyera mi Biblia.
Ya te imaginarás si yo leía la Biblia, que hasta tardé dos horas buscándola, porque en mi casa no la leíamos, como sucede en muchos hogares católicos. Leí Marcos capítulo 6 versículo 3, donde dice: “¿No es este Jesús el carpintero, el hijo de María, y sus hermanos Santiago, José, Judas y Simón?”. Y yo le dije a mi mamá: “No volveré a la iglesia, porque los curas son mentirosos, y yo nunca he visto a un cura con la Biblia en la mano”.
Así que dejé de ir a la iglesia, hasta que mi mejor amigo me invitó a que fuéramos a un retiro de 5 días, pero yo le dije que no iría; entonces me dijo: “Va a ir Claudia”; y entonces yo pensé que si iba a ir Claudia, entonces yo podía hacer la excepción y asistir también, porque, me dije, “Claudia no puede ir solita, hay que acompañarla”. Fui al retiro, y a las 9 de la mañana iban a cerrar las puertas. Faltaban cinco minutos y ella no llegó. Pero me quedé en el retiro.
¿Te gustaría ser misionero?
Yo era muy travieso, y el padre Octavio Díaz me llamó; había escuchado que la noche anterior habíamos hecho una travesura en la casa; por eso, cuando dijo que quería hablar conmigo, tuve miedo porque yo había dirigido la travesura. Yo pensé que me iba a sacar del retiro, porque estábamos amenazados; nos habían dicho que si hacíamos otra travesura estábamos fuera.
Pero él me dijo: “Quiero hacerte una pregunta: ¿Te gustaría ser misionero?”. Mi primera respuesta fue: “No”; él insistió: “Mira, podrías ser sacerdote”; le contesté: “No, a mí me gustan las mujeres; yo estoy bien así”. Entonces dijo: “¿Qué, el niño tiene miedo de dejar a su mamá?”; respondí: “¿Yo mamitis? ¡No!”. Dijo: “¿Entonces el niño tiene miedo de dejar su escuela?”, y respondí: “¡No! Yo la dejo, no importa; tengo hasta beca, es lo de menos”. Y el sacerdote vio por donde picarme el orgullo: “El niño tiene miedo de dejar a su novia”. Y ahí es donde me dio. Yo tenía dos novias, y hasta dije: “Padre, la segunda me costó que me dijera que sí, y usted me pide que la deje”.
Conclusión, me convenció en 20 minutos. Me dijo: “Mira, vete de misionero por un año”; repliqué: “¡Un año es mucho, padre!”. Me propuso: “Entonces seis meses, o tres meses, o vete en las vacaciones de verano”. Y era verano, así que acepté.
Me despedí de mis amigos. Yo, como pandillero usaba pantalones bien flojos, arete… Y cuando les dije que me iba a ir de misionero no me creían, y decían que no iba a durar. Pero ya han pasado 17 años desde que dije “sí” al Señor.
¿Entonces, literalmente, Dios lo sacó a usted de las calles por medio de las misiones?
Así es. A mí se me habían ido las ganas de ser sacerdote, y te voy a ser sincero de por qué; es una cuestión muy fuerte pero también es una cruda realidad:
Cuando yo estaba en la secundaria, mi papá preguntó en un Seminario cuánto costaba la colegiatura. Cuando supo cuánto era, me dijo: “No puedo pagar esa cantidad”. Y le contesté: “Tranquilo, papá; entonces no entro al Seminario”. Es decir, se me cerraron las puertas por la situación económica.
¿Y qué pasó con sus novias? ¿Recuerda cómo les dijo adiós?
Sí. Con una de ella me había peleado dos días antes de irme, pero el último día me comuniqué y le dije: “No sé si me quieras esperar”, y me contestó: “Sí, yo te espero”.
De mi otra novia me despedí en una ida al cine. De ésta no volví a saber más; pero con la primera volví a tener contacto apenas hace como un año, después de 17 años nos encontramos en el Facebook. Le pregunté: “¿Qué ha sido de tu vida?”; me respondió: “Todavía no me caso; ¿y qué hay de ti?”; le dije: “Soy sacerdote”, y ella me dijo: “Todavía sigo esperándote”. Pero su familia le pidió que no me molestara.
Hacer sus memes
Háblenos, padre, de su faceta de influencer. Usted ha estado muy activo en redes sociales, probó TikTok. ¿Tiene esto que ver con el Emmanuelle Cueto grafitero, ya que se trata de una forma de expresión?
No sé si se pueda decir que yo soy un influencer. Pero todo empezó cuando abrí mi Facebook personal, donde sólo tenía pequeños contactos con gente cercana; hasta que un día llegué a una página que se llama “Memes Católicos”, que dirige Jonathan Luque, de aquí de Perú; y como en 2013 se la tumbaron, yo pensé: “¡Qué mala leche!”.
Para entonces yo manejaba un poco el Photoshop, y se me ocurrió abrir una página de memes que se llamara “Memes Católicos Recargado Mex”, versión mexicana. Yo pensaba: “Con llegar a mil seguidores hago fiesta patronal y quemo castillo”.
Empecé a hacer mis memes, y yo creo que la gente confundió, pensó que Jonathan había reabierto la página. Así que empecé a tener muchos “likes” y seguidores. En 2013 yo fui alcanzando 30 mil seguidores, 40 mil, 50 mil, 60 mil…, y llegué a 150 mil seguidores. Ahí me quedé.
Tik Tok lo probé apenas, y en cuestión como de un mes llegué a los 280 mil. Todo empezó con un TikTok que subí dando la bendición; sólo decía: “¡Hey, detente antes de que sigas adelante! ¡Déjame darte la bendición!”. Yo creo que es uno de los TikToks religiosos que tiene más reproducciones, como 5 millones.
Los vídeos yo también los subía a mi Facebook para la gente que no tiene TikTok. Y empecé a tener mucha viralidad con pequeños vídeos en los que doy un texto bíblico y una pequeña reflexión. Quizá he tenido propagación o viralidad por el carisma o don que Dios me ha dado de la facilidad de palabra; probablemente es por eso que el Señor me ha permitido que llegue a más personas.
Por otro lado, un grafitero es una persona que pinta las bardas o muros de las calles. En mi etapa de grafitero me iba con otros en las madrugadas a pintar; gastaba mi dinero en latas de pintura. Una que otra vez me agarró la patrulla, pero luego me soltaban porque veían que no tenía dinero para pagarles, así que antes de llevarme al Ministerio Público me decían que me bajara de la patrulla; creo que me tenían lástima.
¿Qué gana un grafitero con pintar? ¿Es un acto de rebeldía?
En líneas generales hay dos tipos de grafiteros: los legales y los ilegales. Los ilegales puedes saber que lo son porque pintan las paredes de las calles al “ahí se va”, de prisa; son los que pintan, por ejemplo, las puertas o cortinas metálicas de los negocios, o los puentes.
En cambio, los grafitis de los legales son más elaborados, pueden ser hasta dibujos animados. Estos grafiteros piden permiso para rayar los muros.
Mi “crew” era de los legales, sus siglas eran “IAG”, que significaba “Imaginación Aplicada en el Grafiti”. Cuando ves un grafiti, al final siempre aparece el “tag” o la firma con algunas iniciales que indican el nombre del grupo o “crew”.
Yo comencé porque vi que otros estaban rayando y me gustó, no tanto como un acto de rebeldía sino como un rato de arte. Pero yo no era estupendo, lo reconozco; había otros que eran geniales, ante quienes te quitas el sombrero.
Contacto con drogas, alcohol y riñas
¿Y qué dibujaba usted?
Mi “tag” era “like”. Yo dibujaba mi propio “tag” pero en diferentes estilos. Yo, como grafitero legal, nunca aprendí a rellenar caricatura, que es algo más elaborado, es de maestros.
Aunque usted era de los legales, ¿estando en eso tuvo contacto con drogas, alcohol o riñas?
Sí, porque se juntó mi etapa de grafitero con la de pandillero. Yo empecé a beber a los 11 años, más o menos, a escondidas; y probé la mariguana casi a la misma edad, como por año y medio. Y había riñas entre las pandillas, y era agarrarnos a golpes. Íbamos a las fiestas, a las “tardeadas” que le llamaban, y había una pandilla en un lado y otra en el otro, y se daban los enfrentamientos: era corretearlos a golpes, a pedradas, a trancazos.
Yo, para pertenecer a mi pandilla, debía pasar por un ritual que consiste en pelear contra otros 2 durante 21 segundos, a puño limpio. Después de esto ya eras parte del grupo, de la banda del barrio.
Mi banda se llamaba “Tres puntos”, y usar los lentes atrás significaba “mi barrio me respalda”. En mi etapa de pandillero sí fui muy peleonero.
¿Y lo llegaron a lastimar?
Sí, me “surtían” y yo “surtía”. Normalmente yo peleaba cuando molestaban a mi hermano. Yo era el que peleaba las peleas de mi hermano. Él es un año mayor que yo, pero yo peleaba por él.
Misioneros Apóstoles de la Palabra
¿Qué significa para usted monseñor Fidencio López Plaza?
Cuando en la fraternidad nos enteramos de que él iba a ser el obispo de San Andrés Tuxtla, fue una gran alegría porque él ya había oído hablar de nuestra comunidad. Como estamos incardinados a dicha diócesis, el obispo de san Andrés Tuxtla siempre será el protector de los Apóstoles Misioneros de la Palabra.
Desde que fue ordenado ya nos decían que era como un párroco con mitra, es decir, muy cercano; no es el obispo académico, sino un pastor con olor a oveja. Y la verdad es que lo comprobé yo. Cuando pasaba a la casa, él mismo se paraba y te servía la taza de café. Es un obispo que sabe sentarse y escuchar. Ha sido un obispo que nos ha sabido escuchar y que nos ha ayudado bastante. Es un obispo a quien yo quiero muchísimo.
Cuando supimos que regresaba a Querétaro, comentando con los padres, nos dio mucha tristeza de que nos dejara debido a la cercanía que tuvo con nosotros. Son ustedes dichosos en Querétaro por tener a don Fidencio de vuelta.
¿Los Misioneros Apóstoles de la Palabra tienen presencia en Querétaro?
No. Hay seminaristas ahí, pero no tenemos casa todavía.
Tumor en el cráneo y sólo se atendía de COVID
Ahora cuéntenos de la salud de usted: ¿qué ha pasado?
De un tiempo para acá, un año y medio, empecé a sentir molestias en mi ojo derecho. Yo pensé que era por el cansancio, pues fue en un tiempo en el que me pidieron colaborar en el Seminario como vicerrector del Introductorio, y dar clases al mismo tiempo; y al siguiente año me pasaron como rector del Introductorio. Era mucha la presión porque al mismo tiempo era capellán de las religiosas de nuestra comunidad.
Pero a finales de enero de 2020 fui a Estados Unidos, a Oklahoma, y en una de las Misas sentí que mi ojo derecho se me cerraba, se me inflamaba. Entonces, cuando regresé, fui al hospital, me hicieron una ecografía y me detectaron un tumor en el ojo. Me enviaron entonces a otro hospital, al Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásticas; ahí me hicieron la tomografía, y salió que el tumor no sólo estaba en el ojo sino en las zonas llamadas etmoides y esfenoides, de manera que el tumor estaba en parte del cráneo hacia adentro, y parte del ojo.
Cuando me empezaron a atender vino la pandemia y cerraron todos los hospitales; sólo se atendía de covid. Entonces me vi privado de la atención, y mi ojo se empezó a inflamar demasiado, y tenía dolores intensos, fortísimos, al grado de que tuve que ir a medicina del dolor, y sólo me lo podían calmar con morfina.
Estuve esperando marzo, abril y mayo, y hasta junio pude esperar a atenderme. Pero para julio yo ya había perdido la visión del ojo derecho, y en el hospital tuve que esperar hasta el 19 de agosto. ¡Cinco meses para poder ser operado! Además tuve problemas porque no tenía residencia peruana, y no tenía seguro peruano; pero no quise atenderme en un hospital privado sino en el hospital de los pobres, el hospital de mis hermanos peruanos ¡porque yo hice voto de pobreza, y cómo voy a atenderme en un hospital de ricos, eso sería incoherencia!
Me atendieron en el mejor hospital de especialidades, que es el Hospital Nacional Arzobispo Loayza. En el Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásticas me habían dicho que mi tumor era benigno pero muy agresivo, que crecía muy rápido, y que me debía atender en el Loayza, porque ahí atendían los casos de tumores benignos.
Entonces ahí me operaron; una primera operación fue el 5 de septiembre, y luego me hicieron otra operación más grande, que duró como 13 horas, donde intervinieron muchas especialidades porque el médico dijo que el tumor ya había alcanzado una zona muy peligrosa, y que el tumor estaba oprimiendo una vena importante, la carótida interna derecha, y, a causa de esto, hasta la fecha la sangre no está subiendo por mi lado derecho de la cabeza; y ya no se puede hacer nada al respecto.
Mi carótida izquierda está haciendo todo el trabajo, está a marcha forzada para bombear sangre, está haciendo un puente hacia la derecha. Dice el médico que no se explica cómo mi carótida izquierda automáticamente tomó todo el trabajo. Y me hicieron una tercera cirugía, reconstructiva.
Me dieron de alta y me dijeron que tenía que estar en control médico, pero el doctor me dijo: “Tengo una pequeña duda, le voy a mandar a hacer un estudio de histoquímica para descartar que su inflamación sea por una infección”. El resultado de la prueba arrojó que el tumor que pensábamos que era benigno resultó que era maligno.
Así que yo he sido diagnosticado con “cáncer radio facial de tercer grado”.
Calidad de vida
¿Qué significa que sea de tercer grado, padre Emmanuelle?
El cáncer de tercera etapa significa que ya hizo metástasis, que ya pasó a otros órganos. El mío empezó en la parte alta de la nariz, y de ahí pasó al esfenoides, al ojo y a la parte trasera del cráneo.
Ya se me volvió a inflamar el ojo como al principio, y ya no sirve la operación. Íbamos a intentar las radiaciones y la quimioterapia, pero el neurólogo nos indicó que no va a servir porque el tumor está tan escondido que es inoperable, y me dijo que no puede acceder hasta allá, y que si lo hace me va a causar daño y voy a morir.
Iba a ser ya mi primera ronda de quimioterapia y radiaciones; pero, hablando con mis superiores, me dijeron que yo decidiera, pero que considerara que con las radiaciones me voy a agotar y que si quería ir a México ya no voy a poder viajar. Lo que el doctor sugiere es que me den calidad de vida. Así que lo único que voy a recibir son cuidados paliativos.
Básicamente no hay cura para lo mío. Los médicos dicen que a lo mejor por el modo en que evoluciona otra vez mi tumor, tengo probablemente 7 u 8 meses de vida. Médicamente hablando. Pero, cristianamente hablando, ¡quién sabe!, muchos años más, probablemente.
Padre, cuando usted dice que el tumor llegó al cráneo, ¿significa que está en el cerebro?
No, está pegado a la base del hueso craneal. Mi tumor no es suave. A mí me sacaron piezas del hueso. Y me pusieron bajo la piel de la frente una tapadera de titanio. El hueso de mi pómulo derecho me lo comió el tumor, así que me implantaron como una malla metálica bajo la piel.
Me duele la mandíbula porque la operación me la movió. Tengo que atenderme esa parte de la mandíbula para, digamos, reconstruirla. Ha sido difícil en ese sentido, porque tengo ratos muy malos, o no duermo, o en la mañana amanezco mal, o casi no como. No sé cuándo voy a sentirme bien o cuándo voy a sentirme mal.
Lo ofrezco por la Iglesia y lo que está pasando
¿A quién le ofrece todo esto, padre?
Yo lo llamo mi hermoso calvario, que el Señor me permite ofrecerle a Él. Lo ofrezco en primer lugar por mi propia salvación; lo he ofrecido por la consolidación de la fraternidad Apóstoles Misioneros de la Palabra; y lo he ofrecido por la Iglesia, por lo que está pasando en la Iglesia actualmente.
¿Qué pasa con su otro ojo?
Empezó a bajar la visibilidad de mi otro ojo, y yo dije: “¡No inventes!”. Cuando entré en la tercera cirugía, yo veía un 20 por ciento; y se esperaba que cuando saliera, viera. Pero no fue así.
Le dije a la oftalmóloga: “A mí dígame ‘a calzón quitado’, ¿voy a volver a ver?”, y ella me dijo que no. Fue un golpe duro; yo lloré porque pensé: “¿Cómo voy a celebrar la Misa? ¿Cómo voy a hacer lo que más amo?”. Pero ahorita ya empecé, ya celebro la Misa; a los dos días de que me dieron de alta ya celebré Misa, gracias a Dios.
¿Cómo se ve la Consagración, la Eucaristía desde la obscuridad, desde el abismo de su calvario?
La verdad es que lloré mucho porque yo quiero contemplarlo. Perdonen mi fragilidad humana. La gente me dice: “Sí, padre, va a verlo con los ojos del espíritu”. Y sí, es cierto; pero también yo quisiera verlo, el pedacito de Pan, que ya no es pan sino su Cuerpo. Ahora le digo a la gente: “Aprovechen que ven, porque no se imaginan lo feo que es no poder ver”.
La experiencia de no poder ver lo que toco con mis manos, al principio sí fue muy triste, de mucho sentimiento. Ahora digo: “Pero puedes tocarlo. ¡Y tienes la dicha de comulgar, ¿qué más quieres?”.
Dios en un lugar de Paz
¿Ha sentido el calor, el amor de Dios en esta oscuridad?
Totalmente. Me siento abrigado, porque me es quitado algo pero me es sustituido por algo, tengo la experiencia de paz al celebrar la Misa. ¡El signo más grande de la presencia de Dios es la paz! “Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz”. Jesús dice: “Cuando lleguen a una casa, deseen la paz”. Jesús aparece a sus discípulos diciendo: “La paz esté con ustedes”. El signo de la presencia de Dios en un lugar es la paz. Donde hay paz, ahí está el Señor.
Las tinieblas fueron vencidas por Jesucristo. ¿Qué piensa sobre esto? ¿Hay la esperanza de que Dios le dé la sorpresa de la luz?
Claro. Hay gente que me dice: “Padre, espere un milagro”; y yo lo espero, pero voy a decirlo de una manera muy cruda, no lo necesito. Es decir: espero y creo que Dios puede hacer un milagro, creo que Dios puede curarme; pero no lo obligo a que lo haga.
Me acostumbro a esa dimensión de las tinieblas, pero en sentido positivo. No de las tinieblas negativamente hablando, de ausencia, ¡no! Esta ceguera no es ausencia para mí, es presencia. Me recuerda mucho las palabras del cardenal Robert Sarah, prefecto de la Congregación del Culto Divino, en su obra llamada “La fuerza del silencio”; él dice: “El silencio no es ausencia de alguien, es presencia de alguien”.
Guardamos silencio cuando hay alguien. Entonces yo guardo silencio porque hay Alguien, Jesucristo. En esta obscuridad de mi ceguera física no lo puedo ver, pero lo toco, y, al recibirlo, se van a iluminar esas tinieblas. ¡Son quitadas las tinieblas!
Si tú me quitas la Eucaristía, ya mejor mátame, porque me quitas la vida. Había un dicho entre los primeros cristianos, que era: no existe cristiano sin Eucaristía, y no hay Eucaristía si no hay cristianos. Y no hay cristianos ni Eucaristía si no hay sacerdotes. El cúlmen llega ahí, en la celebración eucarística.
Sueños y deseos
¿Qué ha soñado usted estos días? ¿Ha tenido sueños?
Sí, pero han sido horribles. Son sueños que tienen que ver con la materia en que me he especializado, que es la liturgia. Yo en el Seminario daba clases de teología litúrgica.
Yo trato de que no existan abusos litúrgicos, y los últimos sueños que he tenido han sido de estar presente en una Eucaristía donde el sacerdote hace abusos litúrgicos horribles, que me escandalizan. Y me despierto exaltado, me despierto espantado. A veces pienso que es Satanás, quien me quiere perturbar, porque si lo que más amo yo es celebrar la Misa, Satanás sabe dónde pegarme, cómo perturbarme.
Así han sido mis últimos sueños; de tipo litúrgico.
¿Cuáles son los abusos litúrgicos?
Por ejemplo, ver a sacerdotes que suben a los niños al presbiterio a rezar el Padrenuestro, agarrados de las manos, o permitir que incluso impongan las manos durante la Consagración; sacerdotes que no se quieren poner los ornamentos para celebrar la Misa; que se da la paz con beso, o que están todos aplaudiendo durante la Misa; que todo es un “despapaye”, que para dar la paz se mueven de aquí para allá. Abusos litúrgicos de ese tipo, que se han vuelto muy comunes en la Iglesia de hoy, desafortunadamente.
¿Ha pensado en la santidad?
¡Cómo no! Es a lo que quiero llegar. Hice un trato con un amigo sacerdote, el mismo que me invitó a ser misionero y que es mi director espiritual desde hace 17 años. El trato lo hicimos cuando empecé con el problema de mi ojo. Él me dijo, pensando en la muerte y, por tanto, en la santidad: “Padre, hagamos un trato; si llegas al Cielo, prométeme que vas a rezar todos los días por mí, que vas a interceder por mí ante Dios”. Yo le contesté: “Ok, lo mismo usted: si va primero al Cielo, va a rezar por mí; téngalo en cuenta”. Y me dijo que sí. Pero yo le advertí: “Ahora nada más déjeme llegar al Cielo primero, porque para llegar al Cielo hay que ser santos”.
Estoy en esa lucha; por eso lo que hago, y lo que estoy sufriendo físicamente, lo ofrezco para que el Señor me purifique aquí todo lo que Él quiera. Quiero llegar al Cielo directo, y el sufrimiento es el camino más corto para ser santo.
Me ha dicho usted que también está ofreciendo sus sufrimientos por la Iglesia. Como que últimamente hay un caos, o muchas confusiones…
Sí, hay muchas cosas que se están destapando, y a mí me da mucha tristeza. Casos de abusos, abusos sexuales a menores; ésa es una parte, y lo ofrezco por ello.
Pero también hay otra cosa, que muchos sacerdotes se están apartando de la doctrina verdadera; que están haciendo de la teología y del Evangelio una ideología, y entonces enseñan opiniones personales, y no lo que la Iglesia debe enseñar; hablan de los pobres, pero no viven con los pobres sino que se sirven de los pobres.
Ofrezco mis dolores por la Iglesia que está siendo herida por los mismos teólogos, que enseñan doctrinas contrarias al Magisterio y al Papa. ¡Cuántos sacerdotes hay hoy en día que se oponen al santo padre: sedevacantistas, rupturistas que no aceptan al Santo Padre, y por ellos también los ofrezco, por los que no tienen o no quieren tener comunión con el santo padre.
Aborto y su ideología
¿Qué piensa de los niños abortados?
Yo hice mi tesis de licenciatura en filosofía en la Pontificia, y la dediqué al tema del aborto. Y la hice a través de una de las obras de Rodrigo Guerra López, del CISAV; admiro mucho su trabajo y su labor apostólica. Me gustó mucho un librito suyo que se llama “Afirmar a la persona por sí misma”. Yo sigo mucho la línea del personalismo tomista.
Desgraciadamente muchos niños han sido abortados, y esta ideología está entrando mucho en el continente americano, la cultura de la muerte. Y pareciera ser que la Iglesia, muchas veces, pierde fuerza, ¡no está respondiendo con la fuerza que debería responder!
¿Cómo quisiera ser recordado? ¿Y usted por quién intercedería más? Sabemos que los santos tienen como un protectorado. ¿Usted de quién sería el defensor, de los grafiteros?
Yo más bien me levantaría como el defensor de la doctrina católica ortodoxa, o el defensor del culto divino. Me gustaría ser recordado como un sacerdote muy alegre, con mucha chispa; y quiero que en mi tumba diga así: “Amó profundamente la Eucaristía, y buscó que otros también la amaran”.
Pero no se puede amar la Eucaristía si es mal celebrada. Una Misa mal celebrada, al “ahí se va”, con abusos litúrgicos, es todo menos amada. No se ama lo que se hace a la carrera, o lo que se hace al “ahí se va”.
Quiero ser recordado como el que levantó la voz contra aquellos abusos, contra aquellos que mutilaban el Santo Sacrificio de la Misa, y que los corregía con cariño, no en el afán de ser el mejor, sino porque la Misa no es nuestra, sino del Padre celestial; el Sacrificio Eterno de Jesucristo ofrecido al Padre no nos pertenece, ¡no somos sus dueños, nos sobrepasa! Entonces no podemos alterar algo que es un don gratuito de Dios.
La Virgen de Guadalupe
¿Qué significa para usted la Virgen María, la Virgen de Guadalupe? ¿Tiene inclinación por una advocación en especial?
Por la Virgen de Guadalupe. Desde pequeño mi mamá me enseñó a rezar el Rosario, a rezar a la Virgen de Guadalupe, a tener un cuadro de ella. Aquí, en mi cuarto-oficina, tengo un cuadro grande.
La Virgen María fue la “culpable” de que yo llegara a ser sacerdote, porque tuve una mamá que todos los días rezaba el Rosario por mí cuando estaba en el Seminario. Yo creo que la Virgen fue la que logró hacer que yo pasara de grafitero y pandillero a ser sacerdote.
¿Cómo ha funcionado el rezo del Rosario en su vida diaria? Porque sabemos que los sacerdotes son muy tentados, muy atacados. ¿Cómo le ha servido a usted?
Uno, contra las tentaciones de la carne. Y dos, contra la tristeza, sobre todo en la etapa de enfermedad; en el hospital estaba rodeado de puro dolor, gente que se quejaba; entonces es fácil caer en la depresión. Pero Dios me libró de esto porque tuve el Rosario; y también rezaba la Coronilla, todos los días, 2 o 3 veces al día. El Rosario me sostuvo, sobre todo en momentos de tristeza. Por eso representa para mí algo fundamental en mi vida.
Respecto del sacramento de la Confesión, ¿cómo podría describirse usted como confesor?
Por la experiencia personal cuando yo me confieso, al confesar a otros trato de ser misericordioso. Cuando alguien se va a confesar, normalmente hago primero una oración, pidiendo a Dios que le ayude a hacer una buena confesión y obtenga el perdón y la paz.
Trato de entenderlos, de ponerme en sus zapatos. No sirve de nada que si alguien cometió un pecado grave yo me la pase gritándole y regañándolo, lo único que provoca es acabarlo. Procuro sentir empatía con la persona.
Y mi experiencia ha sido gratificante. A mí me encanta sentarme a confesar, ¿por qué?, porque he tenido la dicha de tener un buen confesor, y no quiero que alguien se vea privado de tener también un buen confesor. Por eso procuro ser misericordioso, como el Padre ha sido misericordioso conmigo.
Hablar con el Papa Francisco
Si tuviera oportunidad de hablar con el papa Francisco, ¿qué le diría?
Le diría que me alegra que sea un Papa americano, que no le tenga miedo a aquellos que le atacan, que siga siendo fiel a la encomienda que el Señor le ha dado, y que sobre todo, siga siendo misericordioso con la Iglesia; que cuando vea a un hijo suyo que ha caído, lo vea con ojos de misericordia.
Me emocionaría escuchar su voz, y saber que me da su bendición apostólica.
¿Usted siente estos meses de vida como una sentencia?
No. Prefiero un ministerio corto en santidad, que largo en mediocridad. Y el tiempo que Dios me permita lo voy a vivir al máximo. Trataré de vivirlo felizmente, con una sonrisa en la cara. Si la vida me da la espalda, se la rasco, y ya. Trataré de vivir en santidad, y quiero llegar al Cielo así.
No lo veo como una sentencia; ya lo decía hace rato, eso es lo que dicen médicamente. Pero, si Dios lo quiere, 200 años más tendremos de padre.
Viene ya casi Navidad. ¿Cómo va a vivir esta Navidad?
Creo que la voy a vivir con mucha tranquilidad y paz. Que Dios me regale lo que Él quiera; pero lo que yo le voy a pedir al Niño Jesús es una noche de tranquilidad en comunión con mis hermanos; que donde yo esté, pueda celebrar Navidad con mi familia de los Apóstoles de la Palabra, con tranquilidad y paz.
¿Le va a pedir algo a los Reyes Magos?
Sí, que le digan al Niño Jesús que me ayude a ser santo. No quiero atajos: yo, directo. Es lo único que les pido.
La verdad es que mi petición final es que Dios me permita morir con los auxilios espirituales de un sacerdote. Señor, no me dejes ir, hazme sufrir hasta que llegué un sacerdote y me dé los auxilios espirituales completos. ¡Lo quiero todo: paquete premium, completo!
¿La madre de usted vive? ¿Qué le dice a ella?
Mi mamá murió de cáncer en 2013. Yo hablo con ella en mis oraciones, y le comparto: “Mira, mamá, tú tuviste cáncer y ahora me toca a mí. Se ve que es de familia”.
Mi papá aún vive, en Acapulco. Si Dios quiere, lo voy a volver a ver, pues voy a regresar a México.
¿A fin de año?
Depende de los médicos de aquí, y de los papeles. Necesito que me autoricen el viaje y me entreguen el historial clínico, porque ya me tocaba la primera ronda de radiación y quimioterapia, pero como renuncie a ello, hay que hacer el papeleo de renuncia. Los médicos ya me dijeron que la radiación no me va a curar nada, pero que pensaron en dármela para que yo sintiera que me estaban haciendo algo. Pero no necesitan mentirme.
Cristo es la esperanza
¿Está oficiando a diario la Misa?
No todos los días: a veces concelebro, y otras veces tengo que participar con el pueblo. Más de una vez me he tenido que salir porque he tenido una crisis fuerte de dolor, concelebrando.
En redes sociales están preguntando mucho por usted. Por ejemplo, en México hay mucha gente que lo quiere. En Oklahoma y en todos los lugares donde usted ha misionado. ¿Qué palabras les da, y qué palabras le da a México?
Cristo es la esperanza. Todo con Él, nada sin Él. No podemos pretender que todo salga con la fuerza del ser humano; algo hacemos, pero no llegamos a la plenitud sin Cristo.
Y por eso Cristo nos dejó su Iglesia. Puede que con arrugas, pero es nuestra amada Iglesia. Uno ama a su mamá aun con arrugas, aun cuando esté viejita.
Muchas gracias por tanta gente que ha orado por mí. Son miles de personas que rezan por mí, por ejemplo en Europa: Alemania, Italia, Portugal. Hermanos que ni me conocen, pero que rezan por mi salud. Gracias por sus plegarias.
No olvidemos que es un orgullo pertenecer a la Iglesia que Cristo fundó, que es la Iglesia católica. Defendamos la verdad con amor, con caridad, pero sin renunciar a la verdad. Dice Benedicto XVI: “Caridad en la verdad”, pero nunca renunciar a la verdad.
A mis hermanos mexicanos, que están viviendo el caos político-social, les digo que apelemos al Evangelio: que el Evangelio siempre sea la regla, la medida; no que el Evangelio se adapte a nosotros, sino nosotros al Evangelio. Que nuestra vida sea así en todos los ámbitos sociales; los empresarios sean verdaderos cristianos en su empresa, el estudiante en su escuela, el obrero en su trabajo, la madre en el hogar o en su empleo. Ojalá seamos capaces de influir en la sociedad, y que Dios nos bendiga a todos, y que un día podamos compartir juntos la Eucaristía en el Cielo.
Allá podré ver, allá no habrá llanto ni dolor. Habrá gozo y paz en el Cielo, y allá es nuestra patria, no aquí. Ése es mi mensaje.