“El fruto de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en nosotros es el amor divino, la caridad. Si por un lado el Espíritu Santo suscita en nosotros la gracia del amor divino, por el cual somos amados por Dios, por otro lado, ese mismo amor debe suscitar en nosotros que amemos como condición de que Dios pueda habitar en nuestras almas…”
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