A veces lo he recibido como pregunta; otras veces, como una aseveración: ¿De verdad hay que hablar de cobardía de nuestros obispos por las determinaciones que han tomado en cuanto a la celebración de los sacramentos?
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Un excelente artículo de mi amigo José Miguel Arraiz responde muy acertadamente a esta inquietud. Lo ha pubicado en Infocatólica, y de allí tomamos lo que sigue:
Es evidente que, aunque Dios puede, si así es su voluntad, proteger a los cristianos a que no se contagien (y eventualmente algunos mueran) de coronavirus asistiendo a los servicios religiosos, no podemos nosotros pretender obligarlo a obrar tal milagro alegando tener mucha fe. Tampoco tiene sentido denostar a nuestras autoridades religiosas si prudencialmente consideran, de acuerdo con la situación de cada lugar, que algunas medidas son necesarias para proteger las vidas de las personas.
El coronavirus es un riesgo real para la vida de las personas, y por no tomar las medidas a tiempo me parece realmente necesario para que no pase lo que ha ocurrido por ejemplo en Italia donde ya han muerto más de 1.800 personas de los casi 25.000 infectados.
Ha sido precisamente aquí en Lima donde uno de los primeros infectados fue un sacerdote, que aunque ya Dios mediante, se recupera favorablemente, se vio bastante grave.
Mi consejo, por tanto, para quien lo quiera escuchar (y que no es más que la simple opinión de un laico) es:
+ En cuanto a la asistencia a los servicios religiosos obedece y respeta las pautas y recomendaciones de las autoridades religiosas de tu país/ciudad/parroquia.
+ Evita caer en juicio temerario acusándoles de cobardía, pusilanimidad o falta de fe por tomar medidas donde lo que buscan es proteger la vida de nuestros hermanos.
+ En cuanto a aquellos lugares donde se permita, dada las circunstancias, de implementar medidas creativas y razonables para no suspender los servicios religiosos públicos sin aumentar el riesgo para la población, dales la bienvenida.