“A pesar del hambre y la violencia, nunca pensó en dejar su pequeño vecindario asediado en Homs, de no más de un kilómetro cuadrado, donde musulmanes y cristianos de todos los orígenes vivían juntos en paz. Eso resume su espiritualidad, le impulsó el amor por Siria y el pueblo sirio. Aunque era un sacerdote católico, no hacía distinción entre cristianos y musulmanes. Intentó ayudar a todos y difundir un mensaje de esperanza…”
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