ROSARIO de las Semanas 20191212

#RosarioFrayNelson para el Jueves:
Contemplamos los Misterios de la vida pública del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que es bautizado por Juan en el Jordán y recibe la unción del Espíritu Santo.
  2. En el segundo misterio de la vida pública contemplamos que el diablo tienta a Jesús en el desierto pero al final tiene que retirarse derrotado.
  3. En el tercer misterio de la vida pública contemplamos las bodas en Caná de Galilea, donde Cristo dio su primera señal como Mesías.
  4. En el cuarto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que predica la Buena Nueva a los pobres.
  5. En el quinto misterio de la vida pública contemplamos a Jesús, que llama a algunos discípulos para que estén con él y sean sus apóstoles.
  6. En el sexto misterio de la vida pública contemplamos la transfiguración del Señor, verdadero anuncio de su pasión y de su pascua.
  7. En el séptimo misterio de la vida pública contemplamos la institución de la Eucaristía y el mandamiento de amar como Jesús nos ha amado.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

El espíritu y la carne

“No somos el cuerpo que sufre solamente. No somos el organismo puramente material que es golpeado por la frialdad de unas reacciones bioquímicas. No somos un animal desconcertado que es idéntico a su dolor. Somos esa voluntad humana libre y ávida de eternidad que contempla su deterioro, analiza su dolor, teme la destrucción del cuerpo donde habita. Y somos, como bien señalaba Zweig, quienes convertimos ese trance en una experiencia religiosa, que nos vincula de un modo especial al sentido que nuestra fe proporciona al universo…”

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Contexto de la evangelización del Río de la Plata

Un mundo complejo y fragmentado

Sólo en México y en Perú encontró España en América grandes sociedades organizadas. Y por eso en ambos imperios la conquista y la evangelización fueron muy rápidas. Pero en el resto de la inmensa América, con excepción de los chibchas de Colombia, los exploradores y conquistadores sólo fueron hallando un mosaico de innumerables tribus muy primitivas, sin organización alguna, sin ciudades ni comunicaciones establecidas, y casi siempre hostiles entre sí.

Para la exploración y conquista de aquel mundo tan grande, complejo y fragmentado, era preciso hacerse con cada tribu, una por una, y cuando ya aquélla quedaba pacificada por acuerdos o guerras, esta otra antes dominada se alzaba de nuevo. Éste fue el caso de la zona que con el tiempo vendría a ser el virreinato del Río de la Plata, el cual, limitando con Brasil, con el virreinato del Perú y la capitanía general de Chile, venía a comprender, al este de los Andes, las actuales naciones de Argentina y Bolivia, Uruguay y Paraguay.

Por ejemplo, en los Relatos de la conquista del Río de la Plata y Paraguay (1534-1554), escritos por el soldado bávaro Ulrico Schmidel, en los que se da cuenta de diversas exploraciones llevadas a cabo por la zona del Plata hasta los confines del Perú y el Brasil, se nos habla de indios charrúas, querandíes, curendas, quiloazas, mocoretáes, zennais salvaisco y mepenes, curemaguáes y agaces, carios, payaguáes, naperus y peysennes, timbúes, surucusis y achkeres, guajarapos, guebecusis, siberis y orthueses, jheperus y batatheis, maipais, chanés, tohonnas, peionas, maygennos, morrones, poronos y simenos, barconos, layonos, carconos y suboris, corcoquís y tupís. Con éstos había otros, como calchaquíes, chiquitos, eyiguayeguis o mbayás, abipones…

En general, estos pueblos tenían relativa abundancia de alimentos, procedentes de cultivos, caza y pesca, pero por lo demás, el desarrollo alcanzado en cerámica, artesanías y construcciones, o el grado de organización social y política, así como el nivel de conocimientos astronómicos, técnicos y religiosos, eran los correspondientes a pueblos muy primitivos. En lo moral, concretamente, las pautas conductuales de los pueblos dispersos por el Río de la Plata apenas permitían a aquellos indios, en cuestiones muy graves, distinguir el bien del mal.

Por medio de las antiguas crónicas, como las de Schmidel, Cabeza de Vaca, Díaz de Guzmán o Diego de Ocaña, conocemos la situación de las poblaciones indígenas del Plata en el siglo XVI. Y para los siglos XVII y XVIII son particularmente interesantes los informes dejados por los misioneros jesuitas de las Reducciones (1609-1767), como el paraguayo beato Roque González de Santa Cruz (1614), el peruano Antonio Ruiz de Montoya (1639), el francés Nicolás Du Toict (1673), los españoles Juan Patricio Fernández (1726) y José Sánchez Labrador (1770), Florian Paucke, natural de Silesia (1749-1767) o el alemán Martín Dobrizhoffer (1783) (+Tentación de la utopía; la república de los jesuitas en el Paraguay).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.