La destrucción de centenares de kilómetros cuadrados de selva virgen en la zona de la Amazonía ha producido, con toda razón grave preocupación y numerosas intervenciones, incluyendo las de muchos hermanos en el sacerdocio. Sin duda es una noticia que debe preocuparnos.
Lo que yo no veo con la suficiente frecuencia es ese mismo nivel de preocupación cuando se trata de otros bienes, menos tangibles pero no menos necesarios. Hablo de la fe, del amor a los sacramentos, de la conciencia del valor de las sanas tradiciones, como es por ejemplo, el celibato en la Iglesia latina en comunión con el Papa. Se habla de esas realidades como si se pudieran usar y tirar; como si no importaran.
Es decir: la riqueza ecológica importa y escandaliza perderla; los bienes espirituales, muchas veces teñidos de sangre de santos y mártires, se tratan como cuestionables o desechables. No caeremos en el error de decir que no importa la naturaleza o el medio ambiente pero sí afirmaremos que hay orden y prioridades.