Padre Nelson, me han dicho que ustedes cómo consagrados levantan las manos a Dios en misa, y nosotros no debemos hacerlo y menos en el Padrenuestro. ¿Dónde puedo investigar esto? –M.Z.
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No hace mucho, un sacerdote amigo, de la Argentina, escribió un texto que es muy educativo y completo, según mi opinión, sobre este tema, y otros relacionados. El nombre de él es P. Leandro Bonnin, y lo que sigue es de su autoría:
SOBRE LOS GESTOS DE LOS FIELES EN LA MISA.
Me parecía interesante puntualizar algunas cosas:
1. Las normas referentes al modo de conducirse durante la Misa están contenidas fundamentalmente en un documento llamado “Instrucción general del Misal Romano“.
Ese documento es de vital importancia, y realmente indispensable para hablar con propiedad sobre todo lo que tiene que ver con la liturgia de rito latino en la Iglesia Católica.
También es una lectura recomendable el documento Redemptionis sacramentum, publicada un año después.
2. En el primero de los documentos citados se habla abundantemente de las diferentes posturas y el modo en que los SACERDOTES deben colocar sus MANOS durante la celebración: si juntas, si extendidas, si elevadas, etc.
Por el contrario, en ningún lugar de dicho documento se establece que los FIELES deban asumir o no puedan asumir alguna determinada postura o actitud con sus MANOS. Por lo tanto, las frases “levantar las manos corresponde solo al sacerdote” y “tampoco hay que agarrarse las manos con la persona de al lado” no son citas textuales ni paráfrasis de este documento.
Tampoco existe la frase: “las formas correctas de poner las manos son…” Es importante verificar la solidez de una afirmación antes de compartirla…
3. Habiendo aclarado que los documentos nunca se refieren en sentido estricto a la postura de LAS MANOS (sí hay referencias específicas al estar de pie, sentados, etc), hay un punto en el cual se habla en general de los GESTOS y POSTURAS CORPORALES:
“42. Los gestos y posturas corporales, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del PUEBLO, deben tender a que toda la celebración resplandezca por el NOBLE DECORO y por la SENCILLEZ, a que SE COMPRENDA EL SIGNIFICADO verdadero y pleno de cada una se sus diversas partes y a que se favorezca la PARTICIPACIÓN de todos.
Así, pues, se tendrá que prestar atención a aquellas cosas que se establecen por esta Instrucción general y por la praxis tradicional del Rito romano, y a aquellas que contribuyan al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al deseo o a las inclinaciones privadas. La UNIFORMIDAD de las posturas, que debe ser observada por todos los participantes, es SIGNO DE UNIDAD de los miembros de la comunidad cristiana congregados para la sagrada Liturgia: expresa y promueve, en efecto, la intención y los sentimientos de los participantes”.
4. ¿Cómo aplicar esos principios a la cuestión concreta de las manos en el Padrenuestro?
Es evidente que no podemos interpretarlas en un sentido estrictísimo, lo que nos llevaría, por ejemplo, a pretender que todos tuvieran las dos piernas extendidas -y no una extendida y la otra flexionada- al estar de pie; a que cuando estemos sentados todos tengamos las rodillas juntas o separadas o ambos pies en el suelo con las plantas apoyadas y con la espalda en el respaldo; o que cuando nos arrodillamos todos tengamos los codos en el reclinatorio o sólo las manos… o si hay que estar toda la Misa con los ojos abiertos o los podemos cerrar… eso es imposible y de ningún modo necesario. Ese mismo criterio estrictísimo nos llevaría a negar -por ejemplo- que alguien pueda sonarse la nariz o taparse la boca al estornudar, porque estaría rompiendo la uniformidad.
También es evidente que tampoco se debe interpretar en un sentido excesivamente amplio, amparados en la referencia a los “sentimientos de los participantes”. Uniformidad es uniformidad, aunque también es bueno precisar que se refiere de modo más explícito a las posturas, sin mencionar los gestos.
Al no establecer indicaciones precisas sobre las manos de los fieles, podemos entender que hay que evitar los gestos que de modo ampuloso y desproporcionado “rompan” la unidad de la asamblea. Esto podría suceder si alguien, por ejemplo, levantara sus brazos de tal modo que obstaculizase la visión del que está detrás o fuera motivo de su distracción. Pero si a alguien le ayuda en su devoción colocar sus manos con las palmas hacia arriba expresando súplica confiada sin distraer a los demás, no hay motivo para impedirlo ni disuadirlo.
En relación al tomarse de las manos, está claro que salirse del propio banco para ir dos o tres adelante o atrás implica un desplazamiento que no corresponde con el momento celebrativo. También está claro que deberían excluirse los modos de “tomarse de las manos” más propios de ambientes de amistad o del deporte. Pero considero que si -por ejemplo- una familia que participa en Misa desea hacer el Padrenuestro tomándose discretamente las manos y sin desplazarse de su sitio… de ningún modo altera el desarrollo de la celebración.
Es evidente que así como no están prohibidas -observada la debida mesura- tampoco están mandadas, y por lo mismo a nadie se debe ni se puede obligar a hacer estos gestos.
Debemos evitar a toda costa que la Liturgia se transforme en un “campo de batalla” entre diferentes visiones, y para ello es preciso leer e interpretar con equilibrio las disposiciones del magisterio.
5. Por último, leyendo algunos artículos sobre este tema, encontré que para muchos estos gestos son negativos por expresar “sentimentalismo” y porque “la unión con Dios pasa por el alma, no por el cuerpo”. Creo que debemos estar atentos a planteamientos así, que pueden alejarnos de la visión unitaria del ser humano que subyace en nuestra fe -el sentimiento forma parte de nosotros y también “va a Misa”- así como una visión un poco gnóstica y dualista que relativiza la importancia del cuerpo.
Que con la mente, el corazón y el cuerpo honremos al Dios Uno y Trino como es debido y él se merece, en unión con María y la Santa Iglesia.