Señor, mi corazón se levanta agradecido y con gozo humilde quiere bendecirte. Es el hermoso don que me has dado: conocerte, saber de ti, tenerte en mi amor y pensamiento para saber a Quién debo tanto, que en realidad es todo.
Pero darte gracias también es mi deber. Toda la naturaleza espera a la voz del hombre para ir más allá de sí misma. Ni el mineral ni el microbio, ni el animal ni la planta tienen cómo conocerte y por eso tampoco tienen otra voz que no sea la de mi garganta, ni otro canto si no es el que brota de mi boca.
Y mi gratitud es triple como es triple tu misterio Trinitario.
Gracias por haberme creado; por haberme arrancado de la nada: es lo que se celebra en el cumpleaños.
Gracias por haberme redimido; por haberme arrancado del dominio del pecado: es lo que se celebra en el aniversario del bautismo.
Gracias por haberme llamado a la plenitud de santidad y comunión contigo por encima de la fuerza de la muerte: es lo que se celebra en el aniversario de la partida de este mundo.
¡Gracias, gracias, gracias, Señor!