En Lucas 14, Jesucristo habla de cómo el amor a Él tiene que estar por encima de todos los otros amores, e incluye a la esposa entre esos amores–cosa que no hace Mateo en el pasaje correspondiente, en su capítulo 10. ¿Justificaría eso separarse de la mujer para consagrarse a servir a Cristo y al Evangelio? –R.L.
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Aunque Lucas escribe su Evangelio en griego, no cabe duda de que muchas de sus expreciones y construcciones provienen directamente del entorno de Jesús, y por tanto de la mentalidad y uso de lenguaje propios del hebreo y del arameo.
Pues bien, una cosa curiosa que tiene el hebreo es que a menudo indica con expresiones idénticas lo actual y lo potencial. ¿Recuerdas aquel pasaje del hombre que aplaza seguir a Cristo alegando “déjame primero enterrar a mi padre”? Los estudiosos de la Biblia coinciden en que la situación de ese hombre no era que el papá se hubiera muerto y que lo estaban esperando a él para enterrarlo. Más bien parece que “déjame enterrar a mi padre” quiere decir: “Quiero esperar a que mi padre muera y cuando ya lo haya enterrado, volveré contigo, Señor.” Es decir que el “entierro” es solo una posibilidad, algo que está en potencia de cara al futuro.
Seguramente debemos entender en ese sentido las palabras de Lucas. “Dejar la mujer” o en realidad, dejar cualquier otra persona o cosa, indica no solo lo que se tiene sino lo que se podría tener. Así que una posible explicación es que Cristo quiere que tengamos claro que uno renuncia no solo a lo que tiene sino también a lo que podría llegara tener. Es el caso de un sacerdote célibe o de un monje: ha renunciado a los hijos, no en el sentido de que desatendió a sus bebés o sus niños, sino en el sentido de que los hubiera podido tener, y no los tuvo.
Hay otra interpretación, más cercana al contexto de Lucas 14,26. Parece que allí Cristo no se está refiriendo a quienes, como Pedro y los Apóstoles, “lo dejaron todo” sino simplemente está estableciendo las prioridades: de lo que se trata es de que Cristo sea el amor supremo y el criterio que define el lugar de los demás amores. En este sentido la alusión a la “mujer” habría que entenderla simplemente como que ni ella ni nadie puede tener el puesto que solo corresponde al Señor.