Solo Dios sabe cuánto bien acontece en cada Cuaresma. Como sacerdote puedo y debo dar testimonio de cómo en este tiempo se multiplican los sanos “desafíos” que nos invitan durante cuarenta días a no estancarnos en la comodidad y la mediocridad.
Y testigo soy de cómo aumentan las confesiones y cómo es verdad que mucha gente que no se acercaba se acerca al Señor.
Y he visto corazones que se abren al amor de Dios, y jóvenes que quieren participar en misiones, y religiosas ofreciendo espacios nuevos de predicación, de oración y de evangelización.
Y me ha alegrado ver cómo crecen año por año las campañas de 40 Días por la Vida, porque, aunque parezca increíble, sí hay personas que son capaces de ofrecerse para orar, aguantar inclemencias e insultos, vencer el cansancio y el sueño, solo por manifestar con su presencia que la vida humana, toda vida humana, es digna de ser defendida.
Y he visto que la adoración al Santísimo aumenta, y en el silencio de esas capillas benditas Dios cambia corazones.
¡Bendito sea Dios por la Cuaresma!