No es menos importante entender a la persona que entender sus argumentos. Mi experiencia con las redes sociales ha sido muy variada: desde la admiración que me hace sonrojar y que considero excesiva hasta el insulto obsceno disparado con odio y con asco hacia mí.
Pero hay algo que nadie debe olvidar: detrás de la otra pantalla también hay un ser humano. Cuando una muchacha (o por lo menos, en su perfil parece ser eso: una mujer joven) me escribe con odio que se comerá todos los fetos que quiera, hay algo dentro de mí que cruje de dolor por la grosería, pero hay también algo que gime ante el drama de un alma en las garras mismas del poder de las tinieblas. Nada de mi sufrimiento puede comprarse a lo que vive esa pobre alma. Y yo le respondo, o no le respondo, o la bloqueo o la desbloqueo, pero ella sigue con su vida, con su pedazo de muerte que le atraviesa el pecho, y así vive, y asi camina, y así busca ser amada y pretende o trata de ser feliz.
Conzoco otro caso de un predicador católico que siempre insiste sobre el mismo sector de la población: un sector duramente castigado en el que se resumen muchas de las injusticias de nuestro tiempo, es decir, los inmigrantes. El hombre lo hace bien; argumenta con solidez. Da la pelea practicamente todos los días, hasta el punto de que uno siente que muchísimos otros temas de gran actualidad e importancia jamás pasan por sus ojos. Y de seguro, que sí piensa en otras cosas, y ora por otras cosas, pero es que su propio mundo y eld e mucha gente que ama está siendo despedazado por leyes y decisiones de los gobiernos poderosos de esta tierra. Su dolor, propio y d ela gente que más ama, se le sale por los ojos y en el tono indignado de su voz. Uno ve el desbalance en que puede caer, y seguramente ha capido, como yo podré caer en otros desbalances, pero es que él lleva por dentro demasiados rostros de tragedia y no quiere quedarse así. Estoy seguro de que siente que dejar de hablar de su tema repetido sería como traicionar a esas personas.
El punto es: cada persona tiene sus limitaciones y sus límites. Detrás de las discusiones y las ideas, hay seres humanos, con sus sufrimientos, con sus búsquedas, con sus verdades reteñidas y sus baches de ignorancia.
Hay que amar la claridad. Pero hay que amar todavía más la caridad.