En el contexto de conversaciones y discusiones con cristianos no-católicos, por ejemplo, con evangélicos, es frecuente encontrar que nos dicen cosas como: “María, la madre de Jesús, fue una mujer normal, con sus virtudes y defectos; los católicos hacen mal en darle un lugar tan importante como si ella estuviera por encima de los demás.” ¿Qué se debe responder al respecto?
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Vamos a ofrecer una respuesta basándonos solamente en la Biblia, incluso cuando sabemos que la idea protestante de que sólo hay que argumentar con textos bíblicos es una idea que no es bíblica! (Véase esta respuesta de FRAYNELSON.COM).
Vayamos a los textos de la Biblia. La pregunta es: ¿Nos muestra la Biblia a la Madre de Jesús como una persona “normal,” “común y corriente” y “con defectos”?
Esta pregunta es muy importante porque todos sabemos que la Biblia no tiene miramientos ni consideraciones especiales con nadie. Los principales protagonistas en la evangelización y en la conformación de las primeras comunidades cristianas son presentados en el Nuevo Testamento de una manera muy crítica. Precisamente por eso sabemos que Pedro negó a Cristo, incluso con perjurio y blasfemia; y sabemos que Pablo fue perseguidor de cristianos y cómplice de la muerte del primer mártir; y Mateo tuvo un pasado oscuro como publicano; y Juan y Santiago eran iracundos y buscaban privilegios, como todos los demás apóstoles; y Judas Iscariote era ladrón.
Es decir: la Biblia es implacable cuando se trata de presentar las imperfecciones, incoherencias y pecados de todos.
Pregunta: ¿Y dónde están los textos que presenten los defectos o pecados de la Madre de Jesús?
Pasemos a las palabras que la Biblia pone en boca de María. Leemos en Lucas 1: “Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.” No hay nada parecido, que haya sido dicho por absolutamente nadie, en el Nuevo Testamento.
Isabel dice de ella: “¡Bendita tú entre las mujeres!” Lo mínimo que cabe decir es que esas palabras nos e le dirigen a cualquier mujer, ni a todas las mujeres. Son palabras que indican algo realmente único.
Sólo María ha sido llamada “Kejaritomene,” que suele traducirse por “llena de gracia.” Puede traducirse como hace la Reina Valera: “Muy favorecida” siempre que se entienda que es muy favorecida por Dios! No es algo que le diga a cualquier mujer ni a todas las mujeres.
En Caná de Galilea (ver Juan 2), María hace ver que se ha acabado el vino. No importa qué traducción miremos, la respuesta de Jesús a la insinuación de ella es dura, seca y poco promisoria. Ella dice entonces sus conocidas palabras: “Haced lo que Él os diga.” Y sabemos lo que sigue: el milagro que ella quería. Lo menos que se puede decir es que Jesús cambió su posición. Y sabemos por qué cambió: por la intervención de ella. No tenemos ningún otro caso semejante en toda la Biblia. Ninguna mujer “común y corriente” ha logrado algo así, sin insistir más. Sobre todo eso es notable: que María no insistió; ella obró como persona segura del lugar que ocupaba en el corazón de su Hijo.
hay todavía otros ejemplos pero lo más importante es que uno se pregunte: ¿Por qué esa insistencia de tantos protestantes en disminuir o minimizar el lugar único y tan notable de la Madre de Jesucristo? Son ellos los que deben responder.