Algo que he observado hace un tiempo es que la mayor parte de nuestra gente católica vive de modos muy distintos la cuaresma y la pascua. La cuaresma, en efecto, tiene desde el comienzo una meta, una especie de objetivo y foco: el Triduo Pascual, el domingo de resurrección. Muchos católicos no tienen suficientemente claro un foco, un punto de llegada en el tiempo pascual. Y por supuesto que sí lo hay: Pentecostés.
Considero que es una hermosa tarea nuestra hacer ver que la Pascua de Cristo conduce, a través de un itinerario de 50 días, a nuestra propia pascua. Quiero decir: sin la acción profunda y renovadora del Espíritu Santo, como se predica y vive en Pentecostés, la Pascua será sólo un recuerdo espectacular de algo que queda AFUERA de nosotros, como AFUERA estaba la Ley de Moisés.
Que Pentecostés se prepare y se viva como se debe, y habrá torrentes de vida nueva en nuestras comunidades.