Fray Nelson: le he escuchado varias veces hablar con muchos elogios y sentimiento sobre los Anawin, que me parece que eran como un grupo dentro de los judíos. Pero, ¿qué era lo que los hacía distintos, o especiales? ¿Por qué son importantes para nosotros? Gracias. — G.G.
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Hay un texto de Felipe Gómez en su perfil de Facebook que creo que lo explica muy bien y muy desde el corazón:
Descubriendo nuestro camino
“Anawin” no es un término salido de Star Wars, ni algún personaje de ciencia ficción. Es una palabra en arameo que traduce: “Los pobres de Yahvéh”.
Hombres y mujeres que habiendo puesto toda su esperanza en Dios, comprendieron que su única y verdadera riqueza era Dios mismo.
Creían radicalmente en Dios y teniéndolo en su corazón, les bastaba para sobrevivir. Eran sencillos, trabajadores, piadosos y buenos con todos.
Esto no los libraba de ser maltratados, o vistos como personas cortas de visión o empuje. Pero su tarea iba más allá de volverse exitosos, prósperos o llenarse de posesiones materiales.
Tampoco eran grandes intelectuales, aunque la inteligencia y la sabiduría muchas veces han sido contrarias y de lo segundo estos pobres de Dios, fueron dotados con sobreabundancia.
Esta fe y esperanza inquebrantables, los hacían únicos entre su pueblo. Se convertirían en el resto fiel, en el pueblo escogido del cual vendría el Mesías, en los Anawin.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la Virgen Santísima y San José eran de ellos, y también que algunos santos tienen un marcado rasgo de la sagrada familia y esos “Anawin” en su carisma, un San Francisco, San Juan Diego, Santa Bernardita, los pastorcitos de Fátima, San Maximiliano Kolbe, etc.
Benedicto XVI se esforzó en su pontificado por revalorizar la fe, y no el poder político de la Iglesia. En exaltar el valor de los sencillos de corazón. El papa emérito además mencionó un “remanente”, un grupo de católicos que pasará por un cedazo y se mantendrá fiel. Ojalá llegásemos a ser de esos.
Nuestro papa emérito lo profetiza hace cincuenta años, mencionando el futuro de la iglesia, incluso afirma que “la iglesia se convertirá en el hogar de los indigentes”. O como lo diría la Virgen en sus muchos mensajes, “La iglesia será pobre y humilde”.
No nos escandalicemos con estas frases proféticas. Ninguna indigencia mayor que la del pecado y a la vez ninguna riqueza mayor que acoger a quien padece miserias ¿acaso no celebramos eso en la fiesta de la misericordia?
Aquí termino. Pronto dejaré de escribir con tanta frecuencia, para dar paso a un capítulo nuevo en mi vida, pero los invito a no perder el norte, ni dejar de disfrutar de las cosas pequeñas de la vida, fortalecer nuestra fe y confianza en Dios y encaminarnos alegremente a que este sueño se vuelva realidad. Ojalá lleguemos a ser algún día como los “Anawin”, los pobres de Yahvéh.
El Señor los bendiga.