Siguiendo el ejemplo de Samuel, en su niñez, descubrimos algunas claves para escuchar y discernir la voluntad de Dios: (1) Saber que Dios puede llamar en todo tiempo, incluyendo infancia y juventud. (2) Ponernos al alcance de su voz, a través de la Palabra, los sacramentos y la cercanía con su templo. (3) Cuidar que nuestros descansos no nos embrutezcan con placeres que dejan sucia y lenta la conciencia. (4) Poner en sintonía lo mejor de nuestros sueños–cada quien según su propia historia y modo de ser–con los anhelos de Dios según conocemos por la Escritura y la voz de la Iglesia. (5) Cultivar la disponibilidad, que implica no absolutizar nuestro “hoy.” (6) Pedir ayuda a quienes pueden aconsejarnos con sabiduría. (7) Hacer así de nuestra vida un mensaje de Dios para el mundo.