Fray, ¿Qué dirías ante esta pregunta : cómo se construye la confianza? — L.V.
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Quizás lo mejor es partir de una base: lo primero que hacemos al llegar a esta vida–y tampoco es que tengamos otra opción–lo primero es siempre CONFIAR. La condición de necesidad, en realidad, de absoluta indigencia, del bebé sólo deja la opción de entregarse confiadamente a sus padres, y en particular, a la mamá. Esa confianza inicial es la que va a establecer los códigos iniciales y básicos de comunicación entre madre e hijo: en el intercambio de cariño y cuidado, el bebé descubre progresivamente, junto con los bienes recibidos, el sentido del lenguaje hablado. Y así se inicia su sentido sobre lo que es bueno y lo que es malo. No es extraño entonces que Jesús nos haya dicho que tenemos que ser “como niños” para entrar en el Reino de los Cielos (Mateo 18,3) : el modelo de nuestra relación con Dios ha de estar marcado por una confianza sin restricciones.
Observemos que lo que da origen a la confianza, a más largo plazo, es el encuentro entre una necesidad y una ayuda oportuna y sin engaño. Dicho de otro modo: es la combinación de bondad y verdad. Cuando recibimos algo bueno, y cuando vemos que hay transparencia y en este sentido verdad en la intención de quien lo da, sentimos que podemos confiar un poco más en esa persona. No es un proceso instantáneo ni automático: es algo que toma tiempo, perseverancia, coherencia interna. Pero sobre todo: es algo que se puede lograr.
Por la misma complejidad y duración del proceso de creación de confianza uno ve qué fácil es destruir lo que con tanto esfuerzo se ha conseguido. Cuando lo que uno recibe no es bondad sino daño, por ejemplo en forma de traición, o cuando uno descubre que no hay verdad sino falsas intenciones, la confianza se agrieta rápidamente. Reconstruirla tardará todavía más tiempo. Y sin embargo también esto es posible.
Una breve palabra sobre la confianza en sí mismo. Es una expresión que hay que saber entender. Tener conciencia humilde, responsable y agradecida de los dones y talentos que uno posee es cosa muy buena. Si por el contrario, llamamos “confianza en uno mismo” a una especie de vanidad, arrogancia, o soberbia enceguecida que niega las inmensas deudas que tenemos con Dios, con nuestros progenitores y maestros, y con la sociedad en general, para instalar un egoísmo craso, esa supuesta confianza es un pretexto que no merece respeto.
La confianza en sí mismo parte de reconocer con VERDAD el BIEN que uno está posibilitado y en cierto sentido obligado a buscar, no como exigencia externa sino como llamado interno, que ciertamente tiende a la plenitud de la realización personal, también de cara a la sociedad. También aquí son la verdad y la bondad las que han de salir a luz y dar pleno fruto.