Padre, ¿por qué son tantas las lecturas de la Vigilia Pascual? ¿Se supone que hay que hacerlas todas? — AYB
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La Vigilia Pascual es la celebración más antigua, más importante y más solemne de nuestra Iglesia Católica porque apunta al centro y corazón de toda nuestra fe: la victoria de Jesucristo sobre el pecado, el demonio y la muerte. Toda la ceremonia, y no sólo las lecturas, tiene el propósito de ayudarnos a vivir lo que celebramos con la mayor conciencia, gratitud y entrega que sea posible.
Por supuesto, lo central es al resurrección de Jesucristo; pero sin el adecuado contexto, la resurrección misma queda casi reducida a un hecho exótico y aislado que parece más próximo a la fantasía que a la realidad. Es ahi donde tienen su enorme importancia las lecturas cuidadosamente escogidas por la Iglesia. Al ver el camino, el proceso de revelación y salvación, que ha conducido al pueblo de Dios hasta la conciencia de su pecado y la necesidad de ser renovados completamente, los ojos de nuestra mente se disponen para reconocer, hasta donde es posible, el esplendor de la gloria del Resucitado.
Por eso la Vigilia Pascual no es una “misa” más–y por favor, sépase muy bien que cada eucaristía es comunión plena con el sacrificio redentor del Calvario. La Vigilia Pascual quiere conducirnos, más allá de los siglos, las culturas, y las múltiples diferencias que tenemos unos con otros, a fundirnos en el mismo amor poderoso y redentor que proviene de la victoria del Señor. Por eso hay que asistir a esta Vigilia con una gran preparación de alma, con tiempo suficiente, con el corazón sediento de la verdad y el amor que sólo están en el Hijo de Dios, que se ofreció por nosotros en la Cruz.
Es ideal entonces que se proclamen, escuchen y mediten todas las lecturas, con sus respectivos salmos y oraciones. Una buena predicación es importante también para que se vea la conexión que estas lecturas tienen entre sí, y también la que tienen con nuestra vida, nuestro aquí y ahora. Por razones extremas, que me cuesta trabajo imaginar, se pueden hacer menos lecturas, pero hay algunas que son inamovibles: la del Éxodo, que nos une a la Pascua de los judíos, la Epístola de San Pablo, y por supuesto el Evangelio.
Quiera Dios que crezca en todos nosotros el amor por sus misterios y el deseo de celebrarlos con fe, con devoción, con gratitud.