He sentido que Dios a veces me llama a cosas buenas, por ejemplo, un retiro espiritual, y se me presentan tantos obstáculos, que al final me desanimo y después me da cólera conmigo mismo porque pienso que le estoy dando gusto al diablo, o que más bien fue él quien me atacó y no me dejo ir. ¿Cómo puedo salir de ese círculo vicioso que me desgasta? – F.H.G.
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En general, nuestra Iglesia Católica es muy prudente en eso de atribuir directamente al demonio acciones o incluso sensaciones que podamos tener nosotros. El demonio es enemigo del alma pero no es el único enemigo. La Carta de Santiago, por ejemplo, habla de las pasiones que batallan en nuestro interior, y entre ellas incluye codicias y envidias. Es evidente que nuestras mañas costumbres, vicios y pecados hace la guerra a todo lo que es bueno, valioso y virtuoso. Entonces es un mal diagnóstico atribuir todo directamente al demonio porque es como casi quitarnos nuestra responsabilidad de conversión personal.
Con respecto al “desánimo” hay que tener aún más prudencia. Detrás del desánimo puede haber muchas cosas, desde simple pereza hasta miedo a enfrentar verdades que nos pueden resultar incómodas o dolorosas. Por algo Santa Catalina de Siena nos invita a pedir la gracia de conocernos más y mejor como Dios nos conoce, precisamente para no caer en esas simplificaciones.
Como norma general, el camino es: asumir la propia responsabilidad. Hacer uno lo que uno debe hacer y no mirar ni a derecha ni a izquierda sino sólo a agradar a Dios, y amar y servir a nuestro prójimo, sin confusiones, dobleces o aplazamientos.