“A veces sin quererlo uno cae en la tentación de creer que las cosas que Dios hacía en el pasado ya no las hace más. Los grandes milagros y las tremendas hazañas que vivieron los israelitas, los testimonios de los primeros cristianos que daban su vida por amor a Cristo y las historias de conversión de grandes santos como San Agustín, San Ignacio de Loyola o San Francisco de Asís son cosas del pasado. Si fuera así, entonces creemos en un Dios inerte y que dejó de formar parte de la historia pero esto no es cierto. Nuestro Dios avanza junto con la humanidad, la acompaña, la anima y sigue haciendo grandes hazañas, mostrando su poder y mostrándonos su amor a través de testimonios de conversión radicales como los de los santos de antaño…”
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