Varias personas me preguntan: ¿Y tú qué haces ahora? Yo les respondo: “estoy en casa con mis tres hijos”. Pero vuelven y me preguntan: ¿y no trabajas? ¡Sí! Claro que trabajo, trabajo de lunes a domingo, de 7 a.m. hasta las 8p.m, pero muchos días la jornada va hasta la media noche. ¿Acaso el preparar comidas, bañar y vestir a tres hijos, jugar con ellos, doblar ropa o limpiar casa no es suficiente para decir que no trabajo? Es una entrega y una donación diaria intensa, que equivale a la vocación de un consagrado en pleno campo apostólico.
Desafortunadamente hoy en día la vocación de la maternidad ha sido relegada, en gran parte por la presión social de que la mujer debe ser independiente y adquirir un éxito profesional. En muchos casos, también existe un factor económico que hace que la mujer deba poner su trabajo por encima de su rol de madre. Pienso que es importante para la mujer estudiar y realizarse en diversos campos, ¡claro que lo es!, pero a las madres no se nos puede olvidar que la maternidad es un don y no un derecho, muchas mujeres quisieran ser madres y no pueden.
Ahora soy madre de tres hijos de 6, 4 y 2 años. Nunca como antes me he sentido tan cansada, ¡éste es sin duda el trabajo más exigente que he tenido! Parezco en una maratón diaria y aunque hay días en que me rebelo, sé que el gastar mis mejores años en mis hijos es lo mejor que puedo dejarles. Todos los días mi paciencia, generosidad y entrega son probadas al extremo, pero es ahí donde descubro la auténtica vocación de ser mamá.
Siempre he escuchado que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pero solo hasta hoy lo comprendo, detrás de un gran esposo, hijo, estudiante o empleado siempre hay una gran mamá o abuela que lo guía y que ha entregado su vida por él, un trabajo que deja huella.
Ser mamá no es aquella imagen que aparece en las revistas: una mujer bien vestida y siempre sonriendo con sus hijos, ¡no! Esta vocación saca lágrimas, risas y hasta ojeras. Hay días donde me pongo lo primero que veo en el clóset, ¡pues no tengo tiempo de más! Mi casa nunca está ordenada como me gustaría y aunque he tenido que renunciar a muchas cosas, sé que estos primeros años de vida son claves y que Dios nos presta a los hijos para amar, educar y compartir y su futuro depende de lo que nosotros ahora les brindemos.
Con esto no quiero decir que las mujeres no deberían trabajar fuera de casa, aquellas que deben o que decidieron trabajar, pueden seguir siendo igual de buenas madres, lo importante es no dejar todo en manos de las niñeras o las abuelas y estar conectados con lo que los hijos viven. En países como Estados Unidos hay muchos trabajos de medio tiempo, que dan la posibilidad a las madres de tener un balance entre trabajo y vida familiar.
En un mundo donde muchos matrimonios andan en crisis, la vocación de ser mamá debe recobrar el valor que se merece, ya que de esto depende el futuro de las nuevas generaciones.
Artículo original de Luisa Fernanda Marín.