“La británica Sarah Cobb tenía 27 años y un gran futuro por delante. Acababa de ascender a tutora en un colegio de primaria en su ciudad y solo le quedaban ocho meses para casarse con su novio Phil; pero el día de la boda nunca llegó. Sarah falleció repentinamente debido a un coágulo de sangre, uno de los síntomas que provoca el consumo continuado de la píldora anticonceptiva…”
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