“Acudian asiduamente… a la comunión” Esa expresión, comunión, no alude de modo directo a la Eucaristía, llamada entonces la “fracción del pan.” ¿A qué alude entonces?
La mejor manera de entenderlo es tomar conciencia de la ruptura de lenguaje que hay entre el Evangelio y los valores que el mundo idolatra. La oposición y resistencia es parte propia de la misión del cristiano. ¿En dónde entonces recupera su fuerza, su alegría, su paz? ¿En dónde descansa su alma mientras sigue siendo un peregrino en tierra extraña, que es esta vida?
Es ahí donde tiene su lugar irreemplazable la “comunión.” Junto a sus hermanos, oyendo sus testimonios, afianzando el lenguaje del Evangelio, recupera su raíz y la frescura de su fe, que luego le sostendrá en su combate espiritual mientras le anticipa la dulzura del Cielo.
Ante todo, se trata de una comunidad de bautizados. ¿Por qué el bautismo es importante? Para entenderlo conviene recordar el ministerio de Juan Bautista: el lugar escogido para bautizar conecta con las preguntas de Josué al pueblo antes de entrar a la Tierra Prometida. En aquella ocasión las aguas se abrieron. Por eso, al bautizarse en tiempos del Bautista, los penitentes se sumergían en las aguas, como diciendo con ese acto: “Muerte es lo que merezco.”
La comunidad de bautizados es entonces la comunidad que tiene conciencia de qué merece, visto desde su propia humanidad, pero que al levantarse de las aguas, en el Nombre de Cristo, se hace partícipe de la fuerza de su Resurrección.
Hechos 2 nos dice que el pueblo de bautizados era asiduo a la enseñanza de los apóstoles. ¿Para qué, si ya habían creído en Cristo? Para que la Palabra crezca en nosotros. Para que Cristo reine en todas las áreas de nuestra vida.
Seguimos nuestra lectura meditada del Discurso de Pedro. En Hechos 2,14-21, Pedro ha explicado qué está sucediendo. A partir del versículo 22 explica por qué esta sucediendo.
Pedro hace una vigorosa denuncia: “A este Jesús… hombre acreditado por Dios… vosotros le matasteis.” Y luego un anuncio: “A este… Dios le resucitó.”
¿Qué tiene que ver ello con el don de Pentecostés?
Ante todo, debe tenerse en cuenta que lo sucedido no es simplemente una acción (decepcionante) del ser humano: subyace y se realiza de fondo un DESIGNIO de Dios. Hay un propósito divino que no suprime pero sí trasciende los fallos humanos.
Y en ese DESIGNIO está nuestra salvación: el Resucitado merece en favor nuestro, y deja caer sobre nosotros, el Don del Espíritu. Su oficio de sacerdote eterno, que presenta y ofrece su propia sangre, como dice la Carta a los Hebreos, es intercesión infinitamente eficaz, que trae a nosotros el Don del Espíritu Divino.
Pidamos a Cristo que nos enseñe a vivir los momentos de crisis, dificultades y rechazo purificando nuestro amor, dando testimonio puro y creíble de la gracia recibida.
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Lo propio de quien ha recibido amor sobreabundante es la capacidad de salir de sí mismo, es decir, de no centrarse en los propios intereses, o la propia comunidad.
La abundancia que Dios nos promete no está exenta de tribulaciones y contradicciones pero sigue siendo abundancia de victoria.
El Espíritu da también una mirada penetrante, según lo anunciado en Joel 3, con referencia a las visiones y sueños inspirados. El Espíritu de profecía es el que nos hace participar del modo como Dios ve las cosas.
Y que nuestro amor sea inexplicable: esa es una vida prodigiosa. Los “prodigios” de que habla Hechos 2 han de ser ante todo nuestros actos de fe, esperanza y amor, más allá de los cálculos de este mundo. La sobriedad, el despredimiento, la capacidad de servicio, las renuncias reales son señales que apuntan hacia la abundancia del Espíritu.
En el primer misterio de la creación contemplamos la sabiduría y la hermosura con que Dios ha dispuesto todas las cosas, en su tiempo y en su lugar.
En el segundo misterio de la creación contemplamos el poder de la Palabra creadora de Dios, pues todo ha venido a ser porque él lo dijo y existió.
En el tercer misterio de la creación contemplamos que Dios hizo los cielos y los Santos Ejércitos celestiales.
En el cuarto misterio de la creación contemplamos que Dios hizo el universo visible, y suyo es cuanto hay en esta tierra.
En el quinto misterio de la creación contemplamos que Dios formó al hombre y a la mujer.
En el sexto misterio de la creación contemplamos la vocación del hombre para que se multiplique y domine la tierra en nombre de Dios y obediencia a él.
En el séptimo misterio de la creación contemplamos el paraíso, primera imagen de la felicidad que Dios quiso para sus hijos.
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El objetivo de un sudoku es llenar todas las casillas con los números del 1 al 9, de modo que no haya números repetidos en ninguna fila, en ninguna columna o en ninguno de los nueve cuadros menores.