Católicos en perpetua infancia: uno de los grandes males de nuestro tiempo.
Católicos que sólo conservan en su mente los rudimentos, a ves mal aprendidos, de catequesis de primera comunión y de confirmación. Faltos de herramientas y de interés, parece que estuvieran esperando que una cirsis personal, una fractura familiar o el encuentro con algún protestante decidido los saquen de las raíces tenues que les unen a la Iglesia, para irse sin dolor a las aguas de las sectas o a los abismos del ateísmo.
Católicos que en sus campos profesionales o técnicos se renuevan y preparan continuamente mientras la fe se queda como una reliquia a la que sólo les unen unos cuantos sentimientos y unas ceremonias ocasionales: que se casa una prima, que se murió un tío, que el hijo va a hacer la primera comunión.
católicos atentos a las últimas tendencias en yoga, pilates, feng-shui, eneagrama, budismo, mientras desconocen los grandes clásicos de la predicación y la espiritualidad de nuestra Iglesia.
Es evidente que necesitamos formarnos mejor, consolidar mejor las bases, aprender a valorar nuestros autores, nuestros santos, nuestros excelentes maestros de la fe.
Un aporte en esa dirección nos lo ofrece la Iglesia a través de una de las oraciones de la Liturgia de las Horas: el Oficio de Lecturas. Probablemente se trata de la mejor antología de textos de profundización de nuestra fe, en un nivel que va más allá de lo elemental pero que sigue estando al alcance de la gran mayoría de nuestros católicos.
Por eso me he puesto en la tarea de grabar todos los textos de ese precioso tesoro, bajo el título de LECTURA ESPIRITUAL. Si quieres ver cuál es la lectura del día, haz clic aquí.
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