ROSARIO de las Semanas 20161030

#RosarioFrayNelson para el Domingo:
Contemplamos los Misterios de la Gloria del Señor

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio glorioso contemplamos la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
  2. En el segundo misterio glorioso contemplamos la Ascensión de Cristo a los Cielos.
  3. En el tercer misterio glorioso contemplamos el día de Pentecostés: la efusión del Espíritu Santo da nacimiento a la Iglesia.
  4. En el cuarto misterio glorioso contemplamos la santidad de la Iglesia, especialmente visible en sus mártires, ya desde los primeros tiempos.
  5. En el quinto misterio glorioso contemplamos la Asunción de la Virgen María y el poder singular de su intercesión por la Iglesia que peregrina.
  6. En el sexto misterio glorioso contemplamos la segunda venida de Cristo, y que de su Reinado han de participar para siempre la Virgen María y todos los santos.
  7. En el séptimo misterio glorioso contemplamos que la muerte misma morirá, y que Dios será todo en todos.

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El llamado universal a la santidad

Un texto clásico del Concilio Vaticano II (Constitución Lumen Gentium, números 39 y 40):

39. La Iglesia, cuyo misterio está exponiendo el sagrado Concilio, creemos que es indefectiblemente santa. Pues Cristo, el Hijo de Dios, quien con el Padre y el Espíritu Santo es proclamado «el único Santo», amó a la Iglesia como a su esposa, entregándose a Sí mismo por ella para santificarla (cf. Ef 5,25-26), la unió a Sí como su propio cuerpo y la enriqueció con el don del Espíritu Santo para gloria de Dios. Por ello, en la Iglesia, todos, lo mismo quienes pertenecen a la Jerarquía que los apacentados por ella, están llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: «Porgue ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación» (1 Ts 4, 3; cf. Ef 1, 4). Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los frutos de gracia que el Espíritu produce en los fieles. Se expresa multiformemente en cada uno de los que, con edificación de los demás, se acercan a la perfección de la caridad en su propio género de vida; de manera singular aparece en la práctica de los comúnmente llamados consejos evangélicos. Esta práctica de los consejos, que, por impulso del Espíritu Santo, muchos cristianos han abrazado tanto en privado como en una condición o estado aceptado por la Iglesia, proporciona al mundo y debe proporcionarle un espléndido testimonio y ejemplo de esa santidad.

40. El divino Maestro y Modelo de toda perfección, el Señor Jesús, predicó a todos y cada uno de sus discípulos, cualquiera que fuese su condición, la santidad de vida, de la que El es iniciador y consumador: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). Envió a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas (cf. Mt 12,30) y a amarse mutuamente como Cristo les amó (cf. Jn 13,34; 15,12). Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos. En consecuencia, es necesario que con la ayuda de Dios conserven y perfeccionen en su vida la santificación que recibieron. El Apóstol les amonesta a vivir «como conviene a los santos» (Ef 5, 3) y que como «elegidos de Dios, santos y amados, se revistan de entrañas de misericordia, benignidad, humildad, modestia, paciencia» (Col 3, 12) y produzcan los frutos del Espíritu para la santificación (cf. Ga 5, 22; Rm 6, 22). Pero como todos caemos en muchas faltas (cf. St 3,2), continuamente necesitamos la misericordia de Dios y todos los días debemos orar: «Perdónanos nuestras deudas» (Mt 6, 12).

Es, pues, completamente claro que todos los fieles, de cualquier estado o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad, y esta santidad suscita un nivel de vida más humano incluso en la sociedad terrena. En el logro de esta perfección empeñen los fieles las fuerzas recibidas según la medida de la donación de Cristo, a fin de que, siguiendo sus huellas y hechos conformes a su imagen, obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, se entreguen con toda su alma a la gloria de Dios y al servicio del prójimo. Así, la santidad del Pueblo de Dios producirá abundantes frutos, como brillantemente lo demuestra la historia de la Iglesia con la vida de tantos santos.

LECTIO 20161030

LECTURA ESPIRITUAL.

#LectioFrayNelson para el Domingo XXXI del Tiempo Ordinario

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Yo sólo digo cuatro cosas…

Y decirlas es repetirlas:

1. Vivimos tiempos de gravísima confusión, que alcanza las esferas más altas de la Iglesia, con revestimiento de buenas intenciones, de seguro, pero con grave daño de perplejidad y desánimo en muchos fieles católicos.

2. Entre tanto, el mundo no pierde tiempo: ataca sin consideración a los cristianos a través de leyes inicuas, a través de la destrucción de la familia, a través de la falsificación de la Historia, a través de un laicismo agresivo y demoledor, y todo ello con la complicidad de multitudes de católicos acomodados en grave mediocridad.

3. Las incoherencias y escándalos en nuestra forma de vida, y esto vale en particular para religiosos y sacerdotes, y el deseo manifiesto de muchos consagrados de acomodarse sin mayores tensiones a las corrientes actuales que ofrece el mundo hacen muy dura la vida de fe de multitud de católicos que literalmente se sienten como ovejas sin pastor.

4. Todo esto nos debe llamar a humildad, oración, penitencia; una vida más sobria, más generosa; pero sobre todo: volver de corazón y con toda el alma a Jesucristo. Su auxilio, su amor y su poder no han de faltarnos jamás. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, y la gloria le pertenece para toda la eternidad.

LA GRACIA del Lunes 31 de Octubre de 2016

Cristo quiere que obremos como Dios obra, amando a quienes nos odian, sonriendo a quienes no nos sonríen, invitando a quienes no nos pueden corresponder e interesados por los indiferentes.

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Mentiras protestantes sobre la Cultura y Educación Medieval

“La obra Sección I del Griego del Nuevo Testamento, que facilita en sus cursos de lenguas bíblicas la entidad protestante s.e.u.t. (Seminario Evangélico Unido de Teología, ligado a la Iglesia Evangélica Española y a la Iglesia Española Reformada Episcopal), no se centra en la lengua griega, como sería de esperar, sino que incursiona en el terreno de la exégesis y de la historia al exponer algunos de los principios “exegéticos” de la pseudo-reforma protestante, así como al enseñar sin rubor los mitos de la historiografía “reformada”. Vamos a ver cómo esta obra maestra de manipulación ideológica carece de base científica y bíblica…”

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Una homilía escrita sobre Filipenses, capítulo 1

La primera lectura del Sábado XXX del Tiempo Ordinario está tomada de Filipenses 1,18b-26. Esta es una reflexión inédita que con gusto comparto con todos:

1. La vida es Cristo

1.1 “¡Mi amor!” “¡Mi vida!” son expresiones frecuentes entre los enamorados. Con estas dulces palabras expresan la alegría irreemplazable de contar con alguien que ha traído grandes bienes a su historia personal.

1.2 ¿Qué dirá entonces aquel que se ha encontrado con Cristo? ¿No son por ventura mayores, infinitamente mayores, los bienes que de Él hemos recibido? El perdón, la paz, la reconciliación, el sentido verdadero de la vida y las promesas más hermosas que puedan imaginarse para la eternidad. ¿Cómo no decirle a Él con infinita gratitud: “Tú eres mi vida”?

1.3 Y es que además, de Él hemos recibido lo que nadie más podría darnos. A Él nos debemos por ser creaturas, puesto que por Él y para Él han sido creadas todas las cosas. A Él nos debemos por ser redimidos, puesto que hemos sido adquiridos a precio de su Sangre. A Él nos debemos, en fin, por ser templos de su Espíritu, que Él imploró y ereció para nosotros con su sacrificio en la Cruz

2. ¿La muerte, una ganancia?

2.1 Dice San Pablo que la muerte es “una ganancia” para él. ¿Cómo puede ser esto? Para comprenderlo hay que tener presente que en el conjunto de la vida humana, lo que llamamos “muerte” es la única puerta y posibilidad de acceso a nuestra realidad más profunda y permanente, que es la eternidad.

2.2 La muerte estará ahí, lo queramos o no. Para quien tiene todos sus tesoros solamente en esta vida, la muerte implica la pérdida inevitable y completa de todo lo que quiso lograr y poseer. Una persona en tal condición dirá: “para mí la muerte es la peor de las desgracias.” Muy distinto es el caso del que conoce la proporción de la victoria de Cristo, la fidelidad de sus palabras y el alcance de su poder y sus promesas.

2.3 Nos damos cuenta entonces que no es opcional para el cristiano el modo de ver la muerte. El que niega que la muerte nos acerca a los bienes plenos, estables y verdaderos está negando la eficacia del amor redentor de Cristo. Lo que sucede es que hay gente maravillosa, como san Pablo, que se atreve a decir las cosas de un modo tan claro y brillante, que su claridad nos ilumina a todos.

Breve ordo para la semana del 30 de octubre al 5 de noviembre de 2016

Videos de micro-homilías para esta semana:

https://www.youtube.com/playlist?list=PLRmr1_QLb8pciG3nuh3lkXUaGjSuLHB66


Lectura Espiritual para esta semana:


Liturgia de las Horas para esta semana:

30 de Octubre de 2016: Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, ciclo C

Lunes 31:

Martes 1° de Noviembre: Solemnidad de Todos los Santos

Miércoles 2: Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos

Jueves 3: Memoria de San Martín de Porres, religioso

Viernes 4: Memoria de San Carlos Borromeo, obispo

Sábado 5:



ROSARIO de las Semanas 20161029

#RosarioFrayNelson para el Sábado:
Contemplamos los Misterios del Silencio de Dios

Usamos esta versión de las oraciones.

  1. En el primer misterio del silencio contemplamos que del costado de Cristo en la Cruz brotaron sangre y agua.
  2. En el segundo misterio del silencio contemplamos el valor de aquellos que no eran apóstoles y sí permanecieron junto a la Cruz y cuidaron del cuerpo de Cristo muerto.
  3. En el tercer misterio del silencio contemplamos a Jesucristo, puesto en un sepulcro nuevo.
  4. En el cuarto misterio del silencio contemplamos a Jesús, que baja hasta el fondo del reino de la muerte, para que los justos que de antiguo esperaron en él encuentren a su Redentor.
  5. En el quinto misterio del silencio contemplamos el anonadamiento de Cristo, que siendo Hijo aprendió sufriendo a obedecer.
  6. En el sexto misterio del silencio contemplamos la soledad llena de fe de la Santísima Virgen María.
  7. En el séptimo misterio del silencio contemplamos la inmensa compasión de Dios Padre, que tanto amó al mundo que le dio a su único Hijo para que todo el que cree en él no perezca.

[REPRODUCCIÓN PERMITIDA – Este es un ejercicio privado de devoción “ad experimentum” en proceso de aprobación oficial. Puede divulgarse en las redes sociales, blogs, emisoras de radio, y otros medios siempre que al mismo tiempo se haga la presente advertencia.]

Los tres ejes centrales de la libertad cristiana

El demonio quiere que el futuro sea solamente una repetición o prolongación del pasado; el cristiano descubre que existe el HOY en que pueda abrir la puerta de la fe para que Dios escriba palabras nuevas en nuestras vidas.

El demonio luego quiere que todo lo que nos rodea se vuelva norma que gobierna nuestro mundo interior, de modo que seamos simplemente el resultado de las circunstancias; el cristiano descubre que es necesario un “filtro,” que Catalina de Siena llama “discreción” y Santo Tomás llama “sindéresis,” con el que es posible apreciar el tesoro que uno lleva dentro y tener genuino dominio de sí mismo.

El demonio quiere, por último, que todos nuestros deseos se conviertan en necesidades, de modo que pasemos del impulso a la realización y seamos al final esclavos de nuestras pasiones; el cristiano sabe no todo lo que desea es en verdad necesario, y sobre todo sabe que los mejores deseos no son siempre los que broten en mí porque hay Alguien, Dios, que me conoce mejor y me ama mejor de lo que yo mismo pueda llegar a amarme.

Victorioso así sobre el demonio, el cristiano experimenta la fuerza de la libertad que sólo Jesucristo puede dar.