Nuestro dolor y nuestra indignación en profunda solidaridad con el pueblo francés ante este nuevo ataque terrorista.
Y sólo algo quisiera que entendiéramos: el problema del terrorismo no son las balas, los camiones o las bombas sino lo que se cocina en las mentes y los corazones.
La desintegración del tejido social no tiene respuestas rápidas pero eso no puede ser una excusa para dejar de dar nuestra respuesta.
Y la respuesta pasa por reconstruir vidas, sensatez, capacidad de razonar y sentido mismo de la existencia: que fuera de Dios no va a existir.