Vida y espiritualidad del sacerdote
Se va a seguir el esquema propuesto por el Papa San Juan Pablo II en su Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis. Un esquema aprovechable no solo para sacerdotes sino también para todos los servidores del Evangelio.
La caridad, como centro y principio interior, y las dimensiones de la formación sacerdotal.
El hecho que presente varias dimensiones es una invitación al equilibrio. Hay que evitar enfatizar solo la espiritualidad o solo la ayuda social, misionera o la consejería psicológica. No se trata de absolutizar ninguna de estas dimensiones sino de balancearlas de una manera sana.
Dimensión espiritual:
- Una persona espiritual es la que aceptado a Jesucristo como el señor de su vida y por tanto todas las áreas de su vida están sometidas y comparecen ante Jesucristo. Los santos son los más adelantados en esta dimensión.
- La persona espiritual tiene la experiencia del poder y la gracia del Espíritu Santo. Tiene conciencia de que Dios es el que obra, pero sin que por eso se caiga en una mediocridad pactada.
- La verdadera espiritualidad es siempre sentido de pertenencia a la Iglesia.
- La auténtica espiritualidad es una cercanía con la Palabra Divina para evitar que conozco al verdadero Jesucristo.
Dimensión intelectual:
- Se trata de tomar en serio el Depósito de la Fe. Lo que tiene primacía no es lo que a mí me llama la atención o mi experiencia subjetiva sino un encuentro con Jesucristo real y su Palabra.
- Se debe dar un encuentro inmediato y al mismo tiempo un encuentro mediado con la Palabra de Dios y por lo tanto habrá que acudir humildemente a la Historia para averiguar lo que ya se ha dicho y las respuestas que se han dado a cuestiones y problemas.
- Se precisa tener formación sólida, profunda y fundada sobre las cuestiones más relevantes y candentes de nuestro tiempo y así evitar caer en posturas cómodas e irresponsables. Hay que estar despiertos y al día.
Dimensión humana:
- Tiene que ver con el ejercicio armónico de nuestra condición psicosomática. El cuidado del cuerpo es importante y debe tenerse en cuenta, sin caer en la exageración. La armonía entre el cuidado del cuerpo y alma es necesario
- También es preciso un cierto equilibrio y armonía en la dimensión social de las relaciones humanas. Hay que evitar los extremos de “corazón duros y resecos” que conduce al distanciamiento y a la amargura y aquellos que son “demasiado humanos”.
- Hace falta cultivar las virtudes humanas: justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Por ejemplo, hay que evitar imprudencias porque el sacerdote no se es dueño de su figura pública.
Dimensión apostólica:
- Significa el cultivo del deseo y las estrategias para transmitir la fe a todo el Pueblo de Dios. El sacerdote debe salir de su comodidad y evangelizar a todo tipo de personas. El celo apostólico debe traspasar fronteras y estratos sociales.
- Evitar hacer grupos donde se siente a gusto y limitar la evangelización a solo gente selecta.
- El celo por el apostolado solo se sacia en la santidad. La preocupación por las ovejas de Cristo es para que lleguen a su plenitud de la santidad.
Fuentes o entornos donde se vive la espiritualidad sacerdotal:
- La fraternidad sacerdotal donde los reconocernos nuestros hermanos y aprendemos a servirlos como tales hermanos que son.
- La formación permanente, sin la cual no cabe la dimensión intelectual y espiritual. Más allá de los títulos se trata de enfatizar la lectura y la perseverancia.
- La Comunidad, que hay que cuidar por su relación con lo humano e intelectual.
- La Eucaristía es la mayor responsabilidad. Cristo no se reserva nada y ello nos debe cuestionar.
Modos de presencia del sacerdote.
- Hermano: San Agustín decía: para vosotros soy obispo, con vosotros soy cristiano. Esto es ser hermano. La gente nos necesita hermanos sin que se nos suba los títulos.
- Maestro: el sacerdote debe enseñar y dejar una palabra oportuna que guíe y alimente.
- Testigo: la Iglesia necesita recibir del sacerdote la Palabra de Dios como mensaje instantáneo y fresco.
- Pastor: el sacerdote está supuesto a guiar y dirigir el rebaño de Dios.