El Papa Juan Pablo II llamó a una renovación del canto litúrgico y religioso

“En un mensaje autógrafo dado a conocer con ocasión del Centenario del Motu Proprio “Tra le sollecitudini” sobre la renovación de la música sacra, el Papa Juan Pablo II llamó a la Iglesia a emprender una profunda renovación del canto litúrgico y de la música en la Misa y en otras celebraciones eclesiales. En la carta, fechada el 22 de noviembre, memoria de Santa Cecilia –patrona de la música sacra– el Pontífice señala que el centenario de la Carta del Papa San Pío X “me ofrece la ocasión de recordar la importante función de la música sacra, que San Pío X presenta tanto como medio de elevación del espíritu a Dios, como preciosa ayuda para los fieles en la ‘participación activa de los sacrosantos misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia”…”

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Fray Bernardino de Sahagún (+1590)

Nacido en Sahagún, en la leonesa Tierra de Campos, hacia el 1500, Bernardino Ribeira estudió en Salamanca, donde se hizo franciscano. En 1529 llegó a Nueva España, y fray Juan de Torquemada nos da de él un dato curioso: «Era este religioso varón de muy buena persona, y rostro, por lo cual, cuando mozo, lo escondían los religiosos ancianos de la vista común de las mujeres» (+Oltra, Sahagún 28). Quizá esto favoreció su vocación de estudioso investigador.

De él dice Mendieta: «Fue fray Bernardino religioso muy macizo cristiano, celosísimo de las cosas de la fe, deseando y procurando que ésta se imprimiese muy de veras en los nuevos convertidos. Amó mucho el recogimiento y continuaba en gran manera las cosas de la religión, tanto que con toda su vejez nunca se halló que faltase a maitines y de las demás horas. Era manso, humilde, pobre, y en su conversación avisado y afable con todos… En su vida fue muy reglado y concertado, y así vivió más tiempo que ninguno de los antiguos, porque lleno de buenas obras, murió de edad de más de noventa años» (V,41). Sahagún fue guardián de varios conventos, pero, por mandato, se dedicó especialmente al estudio sistemático de la historia y religión, lengua y costumbres de los indígenas.

De entre sus escritos descuella la Historia general de las cosas de la Nueva España, verdadero monumento etnográfico, compuesto de doce libros, que apenas tiene precedentes comparables en ninguna lengua. Sahagún fue, a juicio de Mendieta, el más experto de todos en la lengua náhuatl (IV,44), y su sistema de trabajo, ya iniciado en parte por fray Andrés de Olmos, era estrictamente científico y metódico. El mismo Sahagún explica cómo reunía una decena de hombres principales, «escogidos entre todos, muy hábiles en su lengua y en las cosas de sus antigüallas, con los cuales y con cuatro o cinco colegiales todos trilingües», elaboraba incansablemente detallados informes en lengua náhuatl, continuamente revisados por sus mismos informantes (Prólogo). La obra pasó por tres etapas de elaboración que se terminaron en Tepeapulco (1560), en el Colegio de la Santa Cruz de Tlatelolco (1562) y finalmente en la redacción definitiva, tras un largo recogimiento en México (1566) (Ricard 113). Sahagún se ocupó de preparar su magna Historia general a dos columnas, en náhuatl y castellano, pero su obra, al quedar inédita por diversas contrariedades, apenas fue conocida por los misioneros contemporáneos y posteriores. Una copia manuscrita del XVI fue hallada en el convento franciscano de Tolosa en 1779, y sólo en 1830, en México, fue impresa en castellano.

Los escritos de fray Bernardino de Sahagún, con todas sus descripciones minuciosas de aquel mundo indígena fascinante, están siempre orientados por la solicitud apostólica.

En primer lugar pretende favorecer el trabajo de los misioneros, pues «el médico no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humor o de qué causa procede la enfermedad… y los predicadores y confesores médicos son de las almas»; y sin embargo, hay predicadores que excusan cosas graves pensando que «son boberías o niñerías, por ignorar la raíz de donde salen, que es mera idolatría, y los confesores ni se las preguntan ni piensan que hay tal cosa, ni saben lenguaje para se lo preguntar, ni aun lo entenderán aunque se lo digan». En segundo lugar, pretende Sahagún revalorizar la cultura indígena mexicana, pues estos indios «fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ningua apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están tenidos por bárbaros y por gente de bajísimo quilate, como según verdad en las cosas de política echan el pie delante a muchas otras naciones que tienen gran presunción de políticos, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía». Por todo ello fray Bernardino compuso esta obra, que «es para redimir mil canas, porque con harto menos trabajo de lo que aquí me cuesta podrán los que quisieren saber en poco tiempo muchas de sus antiguallas y todo el lenguaje desta gente mexicana» (Prólogo).

A juicio de Jiménez Moreno, «el P. Sahagún emprendió por primera vez en la historia del mundo la más completa investigación etnográfica de pueblo alguno, mucho antes de que el mismo Lafitau (generalmente considerado como el primer gran etnógrafo) escribiera su notabilísima obra sobre las costumbres de los iroqueses, que tanto admiran los sabios» (+Trueba, Retablo 15-16).


El autor de esta obra es el sacerdote español José Ma. Iraburu, a quien expresamos nuestra gratitud. Aquí la obra se publica íntegra, por entregas. Lo ya publicado puede consultarse aquí.

Se puede aprender a discutir mejor

“En medio de una acalorada discusión con tu pareja, puedes sentir que ésta es la definitiva, que la cosa se acaba. Pero en la mayoría de los casos solo se trata de algo estresante. Para todos los implicados. De hecho, si no tienes cuidado y no mides tus palabras, puedes convertir una situación peliaguda en una verdadera pesadilla, y lo que podía terminar con un “bueno, ya lo hablamos mañana” finaliza con tu cuerpo tirado en el sofá del salón…”

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¿Se contradice Jesús?

Estimado Fray Nelson: Que Nuestra Señora lo bendiga siempre. Una consulta: En el Evangelio de San Mateo ( Mt 5 22 y ss)el Señor nos dice que no debemos llamar indebidamente a nuestros hermanos, como “renegado” por ejemplo; sin embargo El llama a los fariseos “sepulcros blanqueados” o “raza de víboras”. Aparentemente habría una contradicción; claro que EL es Dios y puede llamarnos como quiera, pero he oído a algunas personas que basándose en lo que el Señor les decía a los fariseos insultan alegremente a otros y todavía citan al Señor. Por favor quisiera que me aclare este punto. Agradezco anticipadamente su atención. Atentamente. G-S H.

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El tema es más complejo de lo que parece. Una lectura cuidadosa de los evangelios parece revelar aún más contradicciones entre el sentido literal de la enseñanza de Cristo y lo que Él mismo hizo. Dos ejemplos notables son:

(1) Cristo nos manda “no juzgar” (Lucas 6,37) pero Él mismo se pronuncia con claridad y contundencia sobre el comportamiento de algunos contemporáneos suyos, como lo demuestra extensamente el P. Ayúcar, SJ en un enlace que ya hemos publicado.

(2) Cristo nos manda “poner la otra mejilla” (Mateo 5,39) pero interpeló al siervo del sumo sacerdote que le habia golpeado injustamente (Juan 18,23).

Podrían encontrarse otros ejemplos. En la misma línea va lo preguntado en esta ocasión: el mismo Cristo que dice que no llamemos a nadie “renegado” (cosa que parecería un insulto relativamente menor) luego trata de “raza de víboras” a los fariseos.

Uno se da cuenta que una interpretación literalista, es decir, una interpretación que quisiera tomar las palabras de Cristo como si fueran palabras de un código civil o un texto legal, llega a un callejón sin salida: he aqu´un maestro que se contradice a cada paso.

Pero la palabra clave es esa: maestro. Cristo es un magnífico pedagogo que usa muy diversos recursos, entre los que se incluyen paradojas, parábolas, ejemplos gráficos, frases enigmáticas. Uno no puede construir un código civil con frases como “el que quiera ser el primero, que sea el último.” Pero eso no significa que ese frase sea inútil; lo que significa es que en la intención y en el uso de Cristo hemos de entenderla de otro modo. Estamos de lleno en el tema de los “géneros literarios.” No es lo mismo decir algo como alegoría o parábola que decirlo como explicación teológica o texto jurídico.

Sobre esa base, uno observa una intención pedagógica constante en Cristo a través del uso de las frases contradictorias o exageradas. Cuando dice que un hombre debía 10.000 talentos. Un talento era algo así como 600.000 dólares. 10.000 talentos es una cifra gigantesca, del orden de seis mil millones de dólares. ¿Quién puede endeudarse de esa forma? ¿Y qué significaría que a alguien le perdonaran toda esa deuda? Otra exageración es aquello de que si alguien escandaliza a un niño, más le valdría que le pusieran una piedra de molino al cuello y lo arrojaran al mar. Según algunos estimados una piedra de esas, movida por animales de carga, por ejemplo un asno, debía pesar casi dos toneladas. ¿Alguien puede imaginarse a un ser humano con una rueda de dos toneladas en el cuello?

El papel de esas exageraciones es pedagógico: es lograr que la memoria recuerde con mayor facilidad lo que se le dice. Cuando yo era niño era frecuente que a los varones nos dijeran: “¡A una niña no se le pega ni con el pétalo de una rosa!” Algo así es lo que quiere encomendarnos Cristo con palabras como aquello de no despreciar ni insultar a los hermanos, por ejemplo, llamándolos “renegados.” Se trata de una recomendación de prudencia, sensatez pero ante todo de verdadero amor, único que puede dar estabilidad y fruto a la comunidad de creyentes.